Bretaña a la vanguardia de la sobriedad digital
mars 2025
Réseau pour la transition énergétique (CLER)
En febrero de 2020, la región de Bretaña adoptó una hoja de ruta a favor de estrategias digitales responsables que le ha permitido convertirse en la primera región de Francia con la etiqueta «Numérique Responsable» (Responsabilidad digital). Además del desarrollo digital inclusivo o la mejora de los servicios públicos locales, la región ha invertido en servicios digitales y equipos informáticos sostenibles. Cinco años después, ¿qué lecciones se pueden extraer en materia de sobriedad?
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El proyecto
El despliegue de la estrategia digital responsable de Bretaña se inscribe en el marco de la Breizh COP, un proceso de movilización de los actores del territorio bretón iniciado en 2017 ante la emergencia climática y medioambiental, y que se inspira en el modelo de las COP internacionales. La Breizh COP identificó la tecnología digital como uno de los retos que debe abordar la comunidad, lo que dio lugar a la contratación de un agente dedicado a la responsabilidad digital y a la obtención de la etiqueta «Responsabilidad digital», expedida por el Instituto de Responsabilidad Digital (INR) en 2021, tras una auditoría y el compromiso de la Región con un plan de acción plurianual.

Trabajar en los equipos
Uno de los principales componentes del plan de acción regional consiste en adoptar una política de equipamiento sobrio en nuevos materiales. La Región ha identificado criterios para determinar si los equipos que se compran son compatibles con la estrategia de responsabilidad digital, especialmente en términos de consumo eléctrico o de materiales utilizados. La comunidad también se asegura de que el 20 % de los equipos informáticos sean reutilizados, de acuerdo con la tasa legal. Una de las dificultades para superar este porcentaje es que un parque informático técnicamente heterogéneo, es decir, con muchas referencias diferentes, es demasiado complejo de gestionar en términos de mantenimiento y ciberseguridad. En ausencia de un mercado maduro, capaz de suministrar miles de puestos informáticos reutilizados con las mismas características, la Región favorece la reutilización interna y el apoyo a la industria de reutilización bretona. Junto con muchas otras comunidades del territorio, dona el 100 % de su equipo informático, especialmente el de los institutos, a Ordi Grand Ouest, una asociación financiada para reacondicionar el equipo con vistas a su reutilización por parte del sector de la economía social y solidaria.
Desplegar el uso moderado
El objetivo de comprar equipos más moderados se ve frustrado por la falta de repuestos, la falta de transparencia en los datos medioambientales proporcionados por los fabricantes, pero también por la rápida obsolescencia de los terminales provocada por las cada vez más exigentes actualizaciones de software. Esto no impide que la región actúe en favor del uso moderado. Ha establecido el apagado automático de los 50 000 ordenadores regionales los fines de semana (administración y escuelas secundarias) y sensibiliza sobre la adopción de gestos ecológicos simples como apagar los ordenadores al final del día. La nueva estrategia de impresión ha permitido cambiar profundamente las prácticas de los agentes. La impresión por tarjeta les permite hacer un seguimiento de su consumo y mostrar el coste de carbono de una impresión. Gracias a la configuración predeterminada de impresiones más moderadas, la Región también ha logrado una disminución constante en el número de impresiones anuales.
La evaluación del impacto como requisito previo
La obtención de la etiqueta «Numérique Responsable» permite poner en práctica las transformaciones que deben llevarse a cabo dentro de su organización basándose en el marco de referencia elaborado por el INR. Uno de los requisitos previos consiste en evaluar el impacto medioambiental de su actividad digital para orientar mejor las acciones a llevar a cabo. Así, la Región realiza cada año el balance de emisiones de gases de efecto invernadero (BEGES) de la actividad digital para evaluar la aplicación de su plan de acción. Ha internalizado este proceso formando a más de una decena de agentes. El ejercicio revela un gran desafío en la gestión de los equipos: lo que no puede ser contabilizado por el BEGES refleja una dificultad para catalogar correctamente su material y, en última instancia, controlar su impacto. Así, casi el 30 % del BEGES no es fiable, especialmente el impacto de los pequeños aparatos digitales o de los centros de datos no gestionados directamente por la Región.
Los frenos a las cláusulas medioambientales
El control del impacto medioambiental de los equipos implica la introducción de cláusulas medioambientales adecuadas en los contratos públicos. Sin embargo, el marco jurídico europeo, sólido en materia de diseño ecológico y trazabilidad medioambiental, no es operativo para la mayoría de los fabricantes no europeos. Esto complica la prolongación de la vida útil de los equipos. Además, ante las crecientes exigencias de ciberseguridad, la región debe recurrir a proveedores de servicios para los centros de datos. Sin embargo, estos rara vez comunican las características medioambientales de su oferta y a veces ellos mismos recurren a empresas transnacionales, lo que dificulta la localización de los servidores externalizados. Afortunadamente, el trabajo de la región sobre las cláusulas relativas al diseño ecológico de sus servicios digitales está resultando más fructífero: las plataformas mes-services.bzh y mon-compte.bzh han obtenido una puntuación ecológica de 82/100 por parte de una oficina de certificación especializada.
La implicación del ecosistema territorial
Desde enero de 2025, un empleado de la asociación ADN Ouest, una red de profesionales digitales del Gran Oeste, acompaña la transición del sector privado hacia la digitalización responsable gracias al programa Alt IMPACT de la ADEME. A nivel interno, la Región continúa formando a los agentes gracias al Fresque du Numérique y ha hecho evolucionar su carta informática para integrar la digitalización responsable. El trabajo sobre la sobriedad digital, pionero en 2020, se encuentra todavía en fase de emergencia y requiere una inversión continua por parte de los actores públicos para concretarse a gran escala.