Dimensión económica del paisaje: los guiones
Dimensiones del paisaje - Reflexiones y propuestas para la aplicación del Convenio Europeo del Paisaje
Joaquín Romano, avril 2017
Este estudio, realizado por Joaquín Romano, experto del Consejo de Europa, examina los vínculos entre el paisaje, tal y como lo concibe el Convenio Europeo del Paisaje, y los principales objetivos de la economía: el bienestar social, la creación de empleo, la disponibilidad de bienes públicos y las estructuras públicas, con el fin de acercarse a las verdaderas preocupaciones de las sociedades europeas y avanzar en el conocimiento de los riesgos que provoca la desconexión entre economía y paisaje, así como las oportunidades que genera su unión.
El paisaje y la economía son cada vez más importantes y están estrechamente vinculados en el complejo proceso de construcción cultural que determina y a la vez es determinado por el comportamiento humano. Comprender la complejidad de estos procesos es el punto de partida para el análisis de la dimensión económica del paisaje. El conocimiento de la relación entre economía y paisaje depende de la interpretación del enfoque de la complejidad, es decir, de la metodología adaptada elegida. Se diferenciarán dos tipos de corrientes: por un lado, las que abordan la complejidad con la intención de resolverla a través de la simplificación del sistema cultural, la descomposición, fragmentación y dispersión de sus partes, realizando un estudio especializado e independiente de cada una de sus partes, el llamado « enfoque disciplinar », cercano a la corriente interdisciplinar, que reúne un conjunto de trabajos relativos a varias disciplinas. El objetivo de este enfoque es un conocimiento objetivo y profundo de cada aspecto de la realidad. Por otro lado, existen corrientes3 que buscan entender esta complejidad a través de la « fusión entre unidad y multiplicidad », conocida como « enfoque transdisciplinar », que acepta y se basa en esta complejidad. El objetivo de este enfoque es el conocimiento significativo.
El conocimiento significativo no se guía por hechos sino por escenarios; es a la vez relacional y emocional. Trata de captar una realidad que es a la vez única y múltiple. Esto significa que en la economía y el paisaje cada decisión se basa en una relación, una interconexión con una multitud de cuestiones que esta decisión implica en aspectos globales y locales, dando sentido y lógica a los procesos, a través de la tradición, el conocimiento adquirido, la experiencia, las situaciones reales o cotidianas, la creatividad y el diálogo social. Esta distinción metodológica es crucial. En primer lugar, para hacer frente a la divergencia de resultados que puede aparecer en el análisis económico del paisaje, pero sobre todo por las posibilidades que ofrece para fomentar la participación pública, gracias al nivel de debate que genera. Se establecen así procesos de conocimiento colectivo, limitados en algunos casos por la disciplinariedad y por el contrario abiertos por la transdisciplinariedad, en la aprehensión de los problemas reales. Aplicando un enfoque transdisciplinar, el análisis de la dimensión económica del paisaje dará un resultado muy diferente que si se analiza la dimensión paisajística de la economía según las disciplinas consideradas por separado, ya que las teorías ortodoxas de la economía, por un lado, y las teorías académicas del paisaje, por otro, difieren sustancialmente en sus objetos de investigación y metodologías. Uno de los efectos de la especialización es que dificulta la discusión de temas que van más allá de las disciplinas consideradas. Este reduccionismo representa una grave limitación para el conocimiento de la realidad y sus problemas, a pesar de los notables resultados académicos en cada una de estas disciplinas. Algunos autores han identificado este síndrome social como la Torre de Babel, donde los conflictos tienen importantes efectos en la comprensión de los procesos de construcción del paisaje. La adopción del punto de vista transdisciplinar alternativo facilita este acercamiento simultáneo entre paisaje y economía, que implica un reconocimiento de la complejidad, sin que ello implique la posibilidad o la intención de resolverla. Esto introduce el análisis holístico, que insiste en la importancia de considerar el conjunto como un todo, al que la economía y el paisaje contribuyen creando las sinergias de su interdependencia. La introducción del enfoque paisajístico en la economía busca la síntesis que haga posible el intercambio y el respeto de las diferentes ideas, creencias o formas de ser, ya sean individuales o colectivas, y se opone a cualquier análisis reductor de la realidad, que limita el campo de estudio al concentrarse en la parte material de la misma, lo que conduce al adoctrinamiento y al pensamiento único.
El Convenio Europeo del Paisaje reconoce la adopción de un enfoque transdisciplinar, lo que se refleja en su definición de paisaje: « El paisaje es una parte de un territorio tal y como lo perciben las personas, cuyo carácter resulta de la acción de factores naturales y/o humanos y de sus interrelaciones ». En este enfoque se basa también la noción de gestión del paisaje del Convenio, que « incluye las acciones destinadas, desde una perspectiva de desarrollo sostenible, a mantener el paisaje para orientar y armonizar las transformaciones provocadas por los cambios sociales, económicos y medioambientales ». El Convenio pone en práctica el reconocimiento transdisciplinar del concepto de paisaje tal y como se recoge en la Recomendación CM/Rec(2008)3 del Comité de Ministros a los Estados miembros sobre las orientaciones para la aplicación del Convenio Europeo del Paisaje: « El concepto de paisaje tal y como se recoge en el Convenio es diferente del que se puede formular en determinados documentos que asimilan el paisaje a un « bien » (concepto patrimonial de paisaje) y lo califican (paisaje cultural, natural, etc.) al considerarlo como una parte del espacio físico. Este nuevo concepto expresa, por el contrario, la voluntad de abordar de forma global y frontal la cuestión de la calidad de los lugares en los que viven las personas, reconocida como condición esencial para el bienestar individual y social (entendido en el sentido físico, fisiológico, psicológico e intelectual), para el desarrollo sostenible y como recurso que favorece las actividades económicas. La Convención, tal y como ha sido concebida y desarrollada, ofrece no sólo el objetivo, sino también la oportunidad de crear una comunidad de intereses que aporte una visión común para la gestión de esta realidad que compartimos como ciudadanos, que es a la vez económica, social y ecológica, única y diversa en el tiempo y en el espacio, dando forma a todos aquellos deseos, percepciones y necesidades que contribuyen a construir colectivamente un « mundo mejor ».
Los objetivos que responden a este deseo universal están resultando ser grandes retos, a pesar de los innegables avances de la sociedad europea en el último medio siglo. Los cambios en los estilos de vida han traído consigo nuevos y crecientes riesgos, así como amenazas sociales, ecológicas y económicas, alcanzando niveles nunca vistos en la historia. Actualmente llevamos una vida cómoda en Europa, pero ¿hasta cuándo? Todos los Estados europeos han reconocido estos riesgos y su creciente materialización en daños medioambientales y culturales, a veces irreversibles. También reconocen la necesidad de un cambio de política hacia el desarrollo sostenible, y han desarrollado diversas estrategias nacionales y colectivas al respecto. Estas políticas y estrategias de desarrollo sostenible ofrecen resultados muy importantes, especialmente en la integración de las intervenciones públicas. Pero muchas de ellas están limitadas por la resistencia de los diferentes grupos de interés, especialmente los económicos, muchos de los cuales ejercen el poder a nivel global, pero siempre con una perspectiva a corto plazo. Esto dificulta el desarrollo de un marco institucional para el diagnóstico y el tratamiento adecuados de los problemas, lo que tiene como consecuencia que se cuestione cada vez más la calidad de vida y la sostenibilidad del crecimiento a medio y largo plazo.
La globalización del poder económico y los cambios sociales resultantes contribuyen a aumentar la desconfianza en los partidos y los políticos, aunque la mayoría de los ciudadanos apoyan las instituciones y los valores democráticos. El paisaje refleja este conflicto entre lo que es y lo que debería ser, que aleja a los representantes de aquellos a los que representan, y amenaza algunas de las construcciones sociales más notables del siglo pasado, sin que las ciencias sociales ofrezcan una respuesta eficaz. La noción transdisciplinar de paisaje que ofrece la Convención representa un puente que une disciplinas, especialmente aquellas que, como la economía, desempeñan un papel clave en los procesos tanto de desarrollo como de degradación social y ecológica. Un puente que, por un lado, facilita la comunicación y el establecimiento de vínculos capaces de redescubrir las relaciones, fomenta el intercambio de conocimientos y desarrolla las redes sociales, esenciales para el fortalecimiento de la democracia. Un puente que, por otra parte, permite afrontar las divergencias entre los expertos en paisaje y en economía. Estas diferencias han contribuido a un extraordinario desarrollo disciplinar, pero también a una peligrosa autonomía científica de estos campos del saber en la cultura europea, « propia del mundo occidental de los dos últimos siglos », pero cuyas teorías, cuando han tenido la oportunidad de ponerse en práctica, han agravado a menudo las situaciones, por esa falta de visión integrada de la realidad. La sociedad europea, que históricamente ha impulsado el progreso cultural y académico global en una dirección posibilista, es decir, explorando y aprovechando las mejores oportunidades y recursos disponibles para conseguir resultados colectivos, se ha convertido quizás, a principios del siglo XXI, en un determinismo económico, en el que las acciones del hombre, su forma de pensar y todo lo que ocurre en su entorno están permanentemente determinados por una causa y una consecuencia económica, que se supone óptima, y que afectará necesariamente a las posibilidades sociales en el futuro.
El Convenio Europeo del Paisaje subraya en su preámbulo la relación existente entre el paisaje y la actividad económica, así como el bienestar social. Esta última idea es ampliamente aceptada como idea general, pero en la práctica las autoridades y los agentes económicos muestran una falta de conocimiento y preocupación por su aplicación. Las políticas económicas nacionales o de la UE siguen centrándose en el objetivo del crecimiento económico. Incluso se podría añadir a cualquier precio, cuando se observa, en la actual situación de inestabilidad y crisis económica europea, la pérdida de interés por las cuestiones de sostenibilidad del desarrollo, que es diferente del crecimiento, mientras que sin sostenibilidad del desarrollo se puede cuestionar cualquier salida de la crisis. Además, el Convenio pide « la integración del paisaje en las políticas de ordenación territorial y urbanística y en las políticas culturales, medioambientales, agrícolas, sociales y económicas, así como en otras políticas que puedan tener un efecto directo o indirecto sobre el paisaje ». La clave para hacer efectiva esta integración del paisaje en las políticas radica en desarrollar el enfoque transdisciplinar que propone la Convención, estableciendo el marco de conexión con la realidad, facilitando un análisis participativo de sus problemas y oportunidades, y reconociendo el derecho de los ciudadanos a intervenir. Este derecho es fundamental para el desarrollo de alternativas y procesos de decisión capaces de reconocer y enfrentar el otro gran conflicto asociado a estos procesos, que opone el interés individual al interés colectivo en la comprensión de la noción de riqueza, tal como surge del significado económico9. La reflexión económica de la Convención ofrece a la economía la oportunidad de superar el determinismo al que está sometida la teoría económica ortodoxa, ligada al análisis de los motivos individuales, reducida a los principios, causas o fuerzas que operan en los mercados, aislados del entorno natural o físico, así como de los complejos y delicados procesos de construcción social. Con el paisaje, la economía encuentra la posibilidad de conectarse y enriquecerse a través del encuentro con otras ciencias, pero sobre todo de ir más allá de la disciplina y de los debates teóricos para servir en la práctica a los objetivos del desarrollo sostenible y del bienestar social, así como a la configuración de un marco institucional basado en fuertes valores compartidos, encarnando la democracia.
Références
En savoir plus
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