Paisaje y territorio: el proceso de gestión del paisaje
Dimensiones del paisaje - Reflexiones y propuestas para la aplicación del Convenio Europeo del Paisaje
Jaume Busquets Fàbregas, Albert Cortina Ramos, abril 2017
El Convenio Europeo del Paisaje (STE nº 176) del Consejo de Europa es un tratado internacional innovador que permite definir un enfoque del territorio que tiene en cuenta la dimensión paisajística, es decir, la calidad del entorno vital de los individuos y las sociedades. Además, inscribe esta dimensión en la preocupación de la Organización por los derechos humanos y la democracia, invitando a sus Estados miembros a implicar estrechamente a las personas en todas las fases de las políticas de paisaje. El Consejo de Europa ha continuado el trabajo iniciado cuando el Convenio fue adoptado por el Comité de Ministros del Consejo de Europa en Estrasburgo y abierto a la firma en Florencia en el año 2000, con el fin de examinar e ilustrar ciertos temas relacionados con el texto del Convenio, ciertas « dimensiones del paisaje ».
La gestión del paisaje es un concepto reciente, que surgió más tarde que otros conceptos del mismo ámbito con los que a veces se confunde. La definición utilizada en este informe es la del Convenio Europeo del Paisaje (capítulo I, artículo 1): « La gestión del paisaje incluye las acciones destinadas, en una perspectiva de desarrollo sostenible, a mantener el paisaje para orientar y armonizar las transformaciones provocadas por los cambios sociales, económicos y medioambientales.
INTRODUCCIÓN
Definición y características de la gestión del paisaje
La base conceptual del Convenio se recoge en el mismo artículo, que también incluye las siguientes definiciones
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« Paisaje »: parte de un territorio tal como la perciben las personas, cuyo carácter resulta de la acción de factores naturales y/o humanos y de sus interrelaciones;
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« Política de paisaje »: la formulación por parte de las autoridades públicas competentes de principios generales, estrategias y directrices para la adopción de medidas específicas de protección, gestión y ordenación del paisaje;
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« Objetivo de calidad del paisaje »: la formulación por parte de las autoridades públicas competentes, para un paisaje determinado, de las aspiraciones de las personas con respecto a las características paisajísticas de su entorno;
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« Protección del paisaje » incluye las acciones de conservación y mantenimiento de los aspectos significativos o característicos de un paisaje, justificados por su valor patrimonial derivado de su configuración natural y/o de la intervención humana;
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La « planificación del paisaje » incluye las acciones de carácter especialmente prospectivo destinadas a la mejora, restauración o creación de paisajes.
El concepto de « gestión del paisaje » que adoptamos procede, pues, de un acuerdo internacional, en el que forma parte de un sistema conceptual coherente, estrechamente vinculado a los grandes objetivos del Convenio Europeo del Paisaje, a saber « promover la protección, la gestión y la ordenación de los paisajes y (…) organizar la cooperación europea en este ámbito ». El concepto de « gestión del paisaje » desarrollado en el informe -que se basa en las definiciones del Convenio- se define como un proceso de formulación, articulación y despliegue de un conjunto de estrategias encaminadas a la puesta en valor de un determinado paisaje y a la mejora de la calidad de vida de la población en el marco del desarrollo sostenible, utilizando los instrumentos adecuados y aplicando los programas y acciones previstos en un proyecto de gestión del paisaje.
Esta definición destaca cuatro características principales, en consonancia con los objetivos de la Convención para la gestión del paisaje:
1. la dimensión social :
Si el paisaje se considera un producto social resultante de la interacción entre la naturaleza y la sociedad, su gestión debe tener en cuenta su dimensión social y su doble carácter de objeto de estudio y de gestión. Esta exigencia debe traducirse en la práctica mediante la participación de los actores sociales en las diferentes etapas del proceso de gestión y la toma en consideración de sus percepciones y aspiraciones respecto al paisaje;
2. la perspectiva sostenible:
Dado que la protección de los rasgos y valores del paisaje es uno de los objetivos del Convenio, la gestión del paisaje debe basarse en el principio del desarrollo sostenible y promover relaciones armoniosas entre las actividades humanas y su entorno
3. la perspectiva operativa:
Todos los conceptos definidos en el Convenio se basan en el principio de la acción; la gestión del paisaje debe, por tanto, aspirar a ser operativa, es decir, debe estar orientada a la acción y tener efectos en el paisaje y en los agentes sociales, económicos e institucionales de acuerdo con los objetivos y las formulaciones iniciales de los titulares de los proyectos de gestión
4. la dimensión temporal:
El paisaje es intrínsecamente cambiante. Por lo tanto, su gestión debe considerarse como un proceso y las acciones deben estar programadas y seguir una lógica y unas estrategias determinadas.
Objetivos de la gestión del paisaje
Durante mucho tiempo, el concepto de gestión ha permanecido en un segundo plano frente a otros conceptos de paisaje como análisis, diseño, protección, planificación o proyecto, más presentes en la investigación y la práctica profesional. ¿Por qué ha surgido la gestión del paisaje en los últimos años? Varios factores explican, en nuestra opinión, esta nueva tendencia:
a. la aceleración de la transformación de los paisajes, que ha alcanzado un ritmo y una intensidad sin precedentes en los últimos cincuenta años, así como la generalización de los procesos de transformación del paisaje que afectan a zonas cada vez más amplias, que representan ya a casi todas las regiones y entornos geográficos;
b. la falta de estrategias y metodologías apropiadas para tratar las transformaciones de los paisajes que no tienen un estatus de protección específico (paisajes ordinarios) pero que representan la mayoría de los paisajes donde viven las personas
c. la preocupación social por las transformaciones del paisaje y el deseo de no perder el control democrático sobre su vertiginosa evolución, que parece ser una fatalidad inherente al crecimiento económico
d. la consideración del paisaje como una variable útil en la ordenación territorial y urbanística contemporánea, equiparable a las variables tradicionales de estas disciplinas
e. en las sociedades actuales, la exigencia de un mayor nivel de bienestar, que incluye el derecho individual y social a un medio ambiente de calidad y a disfrutar de un paisaje típico con importantes activos que contribuyan a mejorar la calidad de vida
f. el carácter de patrimonio cultural y natural conferido al paisaje por la sociedad, que lo considera cada vez más como un bien escaso y en peligro que debe ser tratado y protegido adecuadamente
Frente a estos factores, la gestión del paisaje se presenta como una modalidad de intervención sobre el paisaje y una técnica profesional que -teniendo en cuenta las aspiraciones de los ciudadanos y las aportaciones de las diferentes disciplinas- proporciona a la sociedad un método de trabajo que contribuye a la valorización del paisaje, al desarrollo sostenible y a la calidad de vida. Los principales objetivos de la gestión del paisaje son
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contribuir al mantenimiento de la armonía del paisaje y a la creación de nuevos paisajes de calidad
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promover el desarrollo local basado en los valores y oportunidades del paisaje
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mejorar la calidad de vida de las personas mediante un desarrollo socioeconómico racionalizado y respetuoso con el paisaje
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mejorar la eficacia de la organización espacial de las actividades en el territorio
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contribuir a la definición de las directrices paisajísticas para la futura ordenación del territorio, el desarrollo urbano y las políticas sectoriales
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proporcionar criterios, métodos y herramientas para alcanzar los objetivos de calidad del paisaje
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aumentar el capital paisajístico de un territorio determinado, considerando el paisaje como un importante recurso económico y patrimonial (natural y cultural)
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estimular el debate social sobre el territorio y el paisaje, y crear las condiciones para un consenso mediante la participación de los actores sociales
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facilitar la toma de decisiones y la elaboración de estrategias comunes entre los actores sociales y las instituciones territoriales mediante procesos de diálogo y mediación paisajística.
1. ELABORACIÓN DE UN PROYECTO DE GESTIÓN DEL PAISAJE
1.1. Definición
Un proyecto de gestión del paisaje es un instrumento para la realización sistemática de todas las etapas de un proceso de gestión del paisaje (visión territorial, diagnóstico, formulación, ejecución, difusión y seguimiento de propuestas y actuaciones) con el fin de poner en valor un determinado paisaje y mejorar la calidad de vida en el mismo de acuerdo con los objetivos de calidad paisajística establecidos. Los protagonistas de cualquier proyecto de gestión del paisaje son el propietario del proyecto, el gestor, el equipo de gestión y los actores del paisaje:
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el propietario del proyecto de gestión del paisaje puede ser un actor social, económico, institucional o profesional que toma la iniciativa y el liderazgo en los procesos y proyectos de gestión del paisaje; también es responsable de crear las condiciones necesarias para el éxito del proyecto, proporcionando al gestor o al equipo de gestión los recursos necesarios para llevarlo a cabo;
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el gestor del paisaje es un profesional que dirige o participa activamente en los equipos que trabajan en los procesos o proyectos de gestión del paisaje
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el equipo de gestión del paisaje está formado por profesionales y especialistas de diferentes disciplinas que participan activamente en el desarrollo del proyecto coordinado por el gestor del paisaje
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los agentes del paisaje son los actores sociales, económicos e institucionales que, en un territorio determinado, intervienen a lo largo del proceso de gestión en el marco de sus relaciones con el gestor o el equipo de gestión.
La primera etapa, « hipótesis de partida y visión territorial », consiste en la toma de contacto con el territorio y el paisaje sobre el que se asienta el proyecto. A partir de la primera hipótesis que emana del titular del proceso y utilizando su bagaje profesional y sus conocimientos interdisciplinares, el gestor del paisaje o el equipo de gestión realiza una primera lectura del territorio y delimita provisionalmente el perímetro del proyecto de gestión, considera unas primeras ideas clave y presenta un primer eje en forma de escenario que articula los diferentes temas a desarrollar para el paisaje en cuestión. Llamamos a esta competencia profesional « visión territorial ». La segunda etapa, « evaluación y diagnóstico del conocimiento », tiene por objeto garantizar que el proyecto de gestión se base en una lectura rigurosa y sistemática del paisaje. Permite confirmar el perímetro elegido y trabajar el proyecto a la escala territorial adecuada. El análisis territorial, el diagnóstico del paisaje (estado, evolución, tendencias y dinámicas), el conocimiento de los estudios realizados y de la documentación existente, el marco normativo vigente y la planificación establecida, los intercambios con los actores del paisaje (mediante entrevistas con los actores sociales, económicos e institucionales más interesantes) y la identificación de las redes sociales son factores que permiten al gestor del paisaje o al equipo de gestión establecer el diagnóstico previo al lanzamiento de la siguiente etapa de gestión. Armados con este conocimiento preliminar y con un diagnóstico ciertamente riguroso pero que también muestra una orientación y un deseo de verificar la hipótesis inicial y la visión territorial, entramos en la tercera etapa, conocida como « formulación de propuestas ». Es entonces el momento de afinar los objetivos y definir las ideas clave y el enfoque del proyecto de gestión, siguiendo un proceso participativo adecuado. En esta etapa, que requiere metodología y creatividad, el gestor o equipo de gestión confirmará o rectificará la hipótesis de partida y su visión inicial del territorio para articular los objetivos y las ideas clave en torno a un hilo conductor (eje) que destaque de forma coherente los temas y las acciones que se propongan para este paisaje. Hasta ahora, se trata de un ejercicio no lineal e interactivo, que permite avanzar en un movimiento de ida y vuelta hacia las siguientes etapas, que consistirán en la definición de las estrategias de introducción de las ideas clave, el establecimiento de criterios para la consecución de los objetivos y la formulación de las propuestas y acciones finales del proyecto de gestión del paisaje. Todo ello, cabe recordar, forma parte de un proceso participativo.
En la cuarta etapa, « elaboración y aplicación de propuestas », el gestor o equipo de gestión pone en práctica las propuestas y acciones del proyecto, buscando la connivencia y el acuerdo de los actores del paisaje. La elaboración y posterior aplicación de los distintos instrumentos de ejecución (planes, proyectos, convenios, agrupaciones, etc.) permiten poner en marcha las propuestas y acciones según un programa de gestión que especifica los actores implicados, los recursos económicos y el calendario. En esta fase suelen tener lugar procesos de mediación y consulta. A través de estos procesos, los actores del paisaje pueden llegar a un consenso y contraer compromisos y obligaciones, sobre todo en lo que respecta a la financiación y al calendario provisional de las acciones. Finalmente, la última etapa, « difusión y seguimiento », consiste en la puesta en marcha de un conjunto de estrategias de comunicación para garantizar la comprensión de las propuestas y acciones definidas en el proyecto. El titular del proyecto, a través de un Consejo del Paisaje, garantiza la participación de los agentes sociales, económicos e institucionales en la fase de seguimiento del proceso, adoptando medidas de sensibilización y puesta en valor del capital paisajístico, creando así una auténtica cultura de la calidad del paisaje. Como apoyo a este órgano de representación, se puede crear una oficina técnica del paisaje, encargada de poner en práctica las propuestas y acciones concretas definidas en el proyecto de gestión. La oficina técnica, formada por gestores del paisaje y otros profesionales especializados en la planificación, protección y gestión del paisaje, tiene la misión de difundir y dar vida a los contenidos propuestos en el proyecto, tanto a los agentes sociales, económicos e institucionales como al público en general. Para ello, puede recurrir a un facilitador especializado en la gestión del paisaje. Durante la etapa de seguimiento, es importante evaluar periódicamente los resultados del proceso de gestión, posiblemente utilizando diferentes indicadores del paisaje.
Figura 13: Desarrollo de las etapas del proceso de gestión
A continuación se expondrán los objetivos y el contenido de cada una de las etapas de un proyecto de gestión del paisaje.
Etapa 1 - Hipótesis de partida y visión territorial
A. Hipótesis de partida y objetivos generales
La mayoría de las veces, al comienzo de un proyecto de gestión del paisaje hay una hipótesis de partida y unos objetivos generales que el propietario del proyecto comunica al gestor o al equipo de gestión. Es útil que el titular del proyecto ejerza su capacidad de iniciativa y liderazgo de forma participativa, implicando a otros actores sociales, económicos e institucionales. De este modo, la hipótesis de partida y los objetivos generales serán el resultado de un planteamiento participativo previo que se ampliará e intensificará durante el proceso de gestión. Traduciendo los objetivos generales en elementos utilizables por los profesionales, o elaborando un pliego de condiciones si se van a adjudicar contratos públicos, el titular del proyecto puede formar un equipo interdisciplinar, teniendo en cuenta los principales aspectos del proceso que se va a poner en marcha, el tipo de paisaje que se va a gestionar y los objetivos que se persiguen. El titular del proyecto de gestión del paisaje, que es el responsable de hacer lo necesario para alcanzar los objetivos generales, debe proporcionar al gestor o al equipo de gestión los recursos que necesite.
B. Visión territorial
A partir de la hipótesis de partida y de los objetivos fijados por el titular del proyecto, el gestor o el equipo de gestión recurre a sus conocimientos disciplinarios y a su experiencia para ejercer la competencia profesional que puede denominarse « visión territorial ». Una vez realizada la primera lectura del territorio aplicando esta visión, se define provisionalmente el perímetro del proyecto y se plantean algunas ideas clave. Éstas se organizan en torno a un primer eje que describe, en forma de escenario, los diferentes temas a desarrollar y las acciones a realizar para el paisaje en cuestión.
a. Delimitación provisional del ámbito de intervención del proyecto
La delimitación del ámbito de intervención del proyecto de gestión del paisaje corresponde a la división física del territorio establecida -sobre la base de la escala geográfica en cuestión- por el titular del proyecto, el gestor y el equipo responsable de la redacción del proyecto. En esta fase, la delimitación de la zona de intervención del proyecto sigue siendo provisional, ya que puede evolucionar y precisarse a medida que los resultados del diagnóstico tomen forma y los objetivos específicos queden más claros. Es también en esta fase cuando se debe establecer la escala o escalas de trabajo, teniendo en cuenta que esta elección influye en el análisis de los componentes del paisaje y en la posterior elaboración de los instrumentos de gestión (planificación, proyecto, etc.). Por ejemplo, una escala intermedia (1:25.000) puede ser adecuada para el análisis de áreas paisajísticas homogéneas, mientras que para estructuras ecogeográficas sería más apropiado 1:10.000.
b. Anticipación de las primeras ideas clave
Una vez realizada la lectura inicial del paisaje, el gestor o el equipo de gestión pueden proponer las primeras ideas clave del proyecto, basándose en su visión territorial. Una idea clave es cualquier elemento tangible o intangible de un paisaje determinado que desempeña un papel importante y tiene un fuerte potencial estratégico que, junto con otras ideas clave, constituye el eje de un proyecto de gestión del paisaje. Una idea clave no es sólo una descripción de temas, recursos tangibles (territorio, elementos físicos del paisaje…) o intangibles (elementos sociales, culturales, históricos, turísticos, estéticos…), sino la asociación de temas, valores y recursos distintivos que constituyen el capital paisajístico de un determinado territorio y que, en conjunto, ponen de manifiesto su importancia y potencial estratégico. La visión territorial pone de manifiesto la(s) idea(s) clave en torno a la(s) cual(es) puede(n) estructurarse uno o varios elementos temáticos de valorización y revitalización del paisaje en cuestión.
c. Presentación de un argumento inicial
Por último, teniendo en cuenta los objetivos generales fijados por el responsable del proyecto, el gestor o equipo de gestión elabora y presenta una primera versión de la orientación del proyecto de gestión. La visión inicial es el escenario básico que permite establecer un hilo conductor coherente a partir de las ideas clave que vinculan los diferentes temas, objetivos, estrategias, propuestas y acciones concretas de gestión. La orientación de un proyecto de gestión debe conducir en última instancia a la valorización del paisaje y a una revitalización resultante de la sinergia de los recursos y del consenso entre los actores implicados.
Paso 2 - Evaluación y diagnóstico de los conocimientos
A. Análisis del territorio
Si admitimos que el paisaje es la fisonomía particular de un territorio percibido por el hombre, los dos conceptos -territorio y paisaje- forman una pareja dialéctica. Además, el territorio no se reduce a un espacio en el sentido estrictamente euclidiano del término: es también un conjunto de componentes organizados de manera singular.
Estas dos premisas implican que cualquier proyecto de gestión del paisaje debe basarse en un reconocimiento riguroso de los elementos estadísticos y dinámicos del territorio. Este reconocimiento requiere un trabajo de campo y la consulta de los trabajos existentes o, más generalmente, ambas cosas. Además, el análisis debe partir de un hecho esencial: como todo paisaje, todo territorio es único. En efecto, no existen situaciones biogeográficas idénticas (por la sencilla razón de que cada lugar excluye a todos los demás). El análisis territorial en el contexto de la gestión del paisaje debe basarse en el estudio del lugar en el sentido que se da a este concepto en el mundo francófono y anglófono, es decir, la extensión del lugar objeto de un proyecto determinado y su zona de influencia desde un punto de vista funcional y perceptivo. Este análisis debe incluir la identificación (reconocimiento) y la caracterización (descripción) de los componentes esenciales que estructuran el territorio del paisaje estudiado:
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los componentes « locativos »: localización, accesibilidad, contexto territorial ;
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los componentes geomorfológicos: estructura del relieve, red hidrográfica, topografía
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los componentes biofísicos: suelo, clima, vegetación, ecosistemas
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componentes socioeconómicos: asentamientos, redes de infraestructuras, usos del suelo, actividades y flujos económicos (económicos, energéticos, de bienes y suministros, etc.).
Para ser completo, este proceso debe conducir en última instancia a una interpretación global del territorio que ponga de manifiesto, por un lado, las relaciones fundamentales entre los distintos parámetros y, por otro, la jerarquía existente. Es lo que se llama la síntesis territorial, que revela la organización del territorio y permite conocer la estructura del paisaje que hay que gestionar. En el ámbito de la gestión del paisaje, el análisis territorial debe tener, por tanto, un carácter decididamente selectivo y sintético destinado a revelar la organización del territorio y a proporcionar los parámetros para establecer el diagnóstico del paisaje y, en última instancia, el proyecto de gestión del paisaje.
B. Diagnóstico del paisaje
Los datos proporcionados por el análisis territorial son indispensables, aunque no sean suficientes para llevar a cabo un proyecto de gestión del paisaje. También es necesario realizar un diagnóstico del paisaje para poner de relieve los componentes del paisaje, sus valores y tendencias. Si el objetivo de la etapa de análisis territorial era comprender la organización del territorio y la especificidad del lugar en cuestión, aquí se trata de hacer un balance del estado del paisaje, de las tendencias de su evolución y de las posibilidades que ofrece. Todo proyecto de gestión responde a objetivos de interés social relacionados con el paisaje previsto como fuente de proyectos comunes por los propietarios del proyecto, objetivos que deben ser una referencia constante a lo largo del proceso. Existen varios métodos de análisis y diagnóstico del paisaje, que se han desarrollado en el marco de especialidades profesionales y científicas como la geografía, la historia, la ecología, el diseño del paisaje, la ordenación del territorio, etc. Todos estos métodos, que se ocupan del paisaje, se basan en los mismos principios y fundamentos. Todos estos métodos, que se ocupan de las distintas dimensiones y componentes del paisaje, son útiles. Para la ejecución de los proyectos de gestión del paisaje se puede recurrir a diferentes especialistas en función de las características del ámbito territorial y paisajístico de que se trate. Por lo tanto, pueden aplicarse simultáneamente diferentes métodos bajo la dirección del coordinador del equipo de gestión, siempre que se respeten los objetivos operativos y se establezca un diagnóstico paisajístico coherente. En la realización del diagnóstico del paisaje, los datos resultantes de la etapa de análisis territorial se complementan con el análisis de otras variables esenciales para la comprensión de un concepto de naturaleza compleja, el paisaje, que también puede entenderse de varias maneras. Los componentes no siempre son fáciles de objetivar, pero son necesarios para lograr una comprensión global del paisaje y para crear un vínculo entre la población y el futuro del paisaje. Estos componentes incluyen aspectos tangibles e intangibles (visuales, perceptivos, culturales y ecogeográficos):
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componentes visuales: elementos (líneas, puntos, superficies, volúmenes…), organización (conjunto formal, estructura visual, orden espacial…), variables (dominancia, diversidad, posición, orientación, colores, iluminación…) ;
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componentes perceptivos: alcance de la percepción, puntos de observación y recorridos visuales, fondo visual y otros componentes sensoriales;
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componentes culturales: representaciones culturales (tradiciones, iconografía, literatura, etc.), elementos patrimoniales (sociales, naturales, estéticos, etc.), elementos simbólicos;
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componentes ecogeográficos: mosaicos paisajísticos, estructuras paisajísticas (geoecológicas y socioeconómicas), unidades paisajísticas, tipos de asentamiento, parcelación, etc;
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aspectos presentes y futuros: valores del paisaje, dinámica evolutiva, impactos, retos y oportunidades.
Para que sea útil para el proyecto de gestión, el diagnóstico del paisaje debe ser selectivo y sintético. El gestor o el equipo de gestión no debe tratar de hacer un inventario exhaustivo o una monografía local, sino distinguir entre todos los componentes identificados, jerarquizarlos y destacar la organización interna del paisaje. Los resultados del diagnóstico deben mostrar claramente los valores, tendencias y posibilidades que ofrece el paisaje. Deben permitir la formulación de propuestas concretas de valorización del paisaje, dar indicaciones sobre los tipos de proyectos de aplicación necesarios y, por último, facilitar la toma de decisiones y la elaboración de estrategias comunes a todos los actores del paisaje.
C. Análisis de las distintas fuentes de información
Durante la etapa dedicada al conocimiento y diagnóstico del paisaje, es esencial que los equipos de gestión puedan garantizar que han utilizado todas las fuentes de información existentes sobre el paisaje que les interesa. Se trata de una cuestión no sólo de rigor científico y técnico, sino también de eficacia y profesionalidad. Es importante evitar repetir lo que ya han hecho otros especialistas o profesionales. Así se evitan esfuerzos innecesarios y se aprovecha mejor el tiempo disponible y se aumenta la eficacia del equipo de gestión.
a. Fuentes directas de información
La primera fuente de información directa es el propio territorio y el estudio del paisaje sobre el terreno. Nada puede sustituir a esta fuente de información de primer orden, ni los textos científicos, ni los documentos iconográficos, ni las bases de datos estadísticos. Sin embargo, debe quedar claro que el trabajo de campo no se limita a la recogida de información, que no es ni la única tarea ni el único objetivo a alcanzar. El trabajo de campo no sólo permite recoger datos importantes sobre diferentes variables a través de diversos medios (toma de notas, fotografías, mapas, croquis, etc.), sino también verificar la información procedente de otras fuentes mediante la observación directa, comparar la percepción propia con la de otros y, por último, establecer contactos e intercambios con los actores sociales (entrevistas, encuestas, debates, etc.). De este modo, el trabajo de campo proporciona respuestas pero también plantea preguntas e introduce nuevas hipótesis e ideas. Para que el trabajo de campo sea eficaz, hay que prepararlo y saber que será necesario visitar el lugar varias veces en el transcurso del proyecto de gestión para completar la información y/o verificar nuevos datos. Dependiendo del alcance del estudio y de los objetivos del proyecto, la organización del trabajo de campo requiere una planificación más o menos compleja y una coordinación entre los miembros del equipo de gestión. En cualquier caso, el paisaje debe terminar siendo siempre familiar para sus gestores. Deben familiarizarse con el « país », tanto en el sentido del territorio como de sus habitantes.
b. Fuentes indirectas de información
En general, la información sobre el territorio y la accesibilidad de esta información han progresado claramente con el progreso social, político y económico. Además, el desarrollo de las redes telemáticas ha contribuido a poner a disposición de la sociedad un enorme volumen de información de todo tipo (incluyendo una gran variedad de datos de interés territorial y paisajístico), posibilidad que era inimaginable hace sólo unos años. Estas condiciones facilitan el acceso a las fuentes documentales y la recopilación de documentación por parte de los equipos de gestión, pero no dejan de ser tareas de vital importancia que requieren cierto tiempo. La información indirecta puede dividirse en seis grandes grupos según su origen:
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información normativa: planificación (territorial, urbanística, sectorial), legislación (territorial, urbanística, sectorial)
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información científica: estudios, catálogos, monografías, tesis doctorales, etc;
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información cartográfica: mapas, fotografías aéreas, imágenes de satélite
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información estadística: económica, demográfica, social, etc. ;
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información iconográfica (no cartográfica): pinturas, grabados, fotografías, etc;
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información cultural: monografías locales, obras literarias, artículos de prensa, etc.
Si bien el conocimiento de las distintas fuentes documentales es de gran interés para apoyar las propuestas del proyecto de gestión, la identificación de las fuentes normativas es imprescindible, ya que los instrumentos que establecen el marco legal y de planificación -que rigen aspectos tan importantes como la urbanización, los usos del suelo y el desarrollo territorial de las actividades- son decisivos en cualquier proyecto de gestión del paisaje. Debido a su gran diversidad y dispersión, las fuentes documentales suelen ser difíciles de localizar, por lo que es necesario un enfoque sistemático y una labor de persuasión. Cada vez es más frecuente que las administraciones pongan a disposición de los ciudadanos documentación de interés general (planificación, legislación, estadísticas, etc.), pero no siempre está catalogada ni es fácil de localizar. A menudo es necesario consultar directamente estos documentos para informarse o promover procesos participativos. Si bien la escasez o la dispersión de la información dificulta el avance de los proyectos, tener demasiada información o utilizarla de forma indiscriminada también puede dificultar la eficacia del gestor o del equipo de gestión. Por lo tanto, hay que dar la debida importancia a esta etapa del proceso de gestión y mantener un enfoque sistemático. En este sentido, la búsqueda y el uso eficaz de las fuentes de información debe comenzar siempre después de haber fijado los objetivos generales del proyecto y debe seguir el siguiente orden
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recopilar y leer las referencias proporcionadas por el cliente
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Determinar el tipo de información necesaria en función de los objetivos del proyecto de gestión;
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Identificar y localizar las fuentes de información;
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Analizar y seleccionar la información pertinente;
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procesar la información.
El desequilibrio entre la información específica sobre el paisaje y la información general disponible tiende a corregirse a medida que las administraciones de todos los niveles (municipal, regional, nacional, etc.) tienen en cuenta las políticas de paisaje en sus actuaciones y promueven la elaboración de instrumentos como atlas, cartas, directrices y otros planes de paisaje, por citar sólo algunos. En la búsqueda de información, es útil consultar a especialistas y profesionales que hayan participado en la elaboración de trabajos anteriores, así como a actores sociales bien informados del territorio. Por último, antes de concluir con este punto, conviene recordar que la bibliografía debe incluir una descripción precisa de todas las fuentes consultadas y que en los agradecimientos deben incluirse los nombres de todas las personas físicas o jurídicas que hayan prestado algún tipo de ayuda o información.
D. Interacción con los actores sociales e institucionales
El concepto de gestión del paisaje presentado en la introducción se basa en la noción de paisaje como producto social. El tipo de relaciones que se establecen entre la sociedad y el medio natural es precisamente el factor que da forma a los paisajes, ya sea como resultado de las transformaciones asociadas al uso de los recursos naturales por parte del hombre para su supervivencia y sus diversas actividades, o como resultado del deseo de crear nuevos paisajes. Además, el propio concepto de paisaje es una construcción social (resultante de la forma en que una sociedad ve su entorno y se comporta con él) y cultural (que, como sabemos, no ha existido en todas las etapas de la historia ni en todas las sociedades). Si insistimos en el hecho de que el paisaje es un producto social, es porque en la etapa de desarrollo de nuestras sociedades, cualquier proceso o acción que tenga como objetivo la protección, la gestión o el desarrollo del paisaje debe otorgar a la sociedad y, por tanto, a los actores sociales un papel del que a menudo se ven privados total o parcialmente. Es imposible pensar en la gestión del paisaje sin pensar en la sociedad. La sociedad no es un sujeto que asiste pasivamente a la evolución de los paisajes; al contrario, produce el paisaje, es el paisaje al igual que los demás componentes bióticos o abióticos, pero desempeña un papel cada vez más importante por su enorme potencial de transformación del medio ambiente. Los proyectos de gestión del paisaje deben concebirse como procesos sociales que requieren un trabajo aplicado, al que el gestor y los equipos de gestión deben dedicar el tiempo y los recursos necesarios y que debe incluir las siguientes acciones
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la identificación de los actores sociales: institucionales (autoridades locales, organismos estatales e internacionales); económicos (sectores de actividad, organizaciones empresariales, cámaras de comercio, sindicatos, etc.); de la sociedad civil (organizaciones no gubernamentales, organismos culturales, asociaciones profesionales, organismos de protección del territorio, etc.)
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la identificación de las redes sociales: objetivos, vínculos, antagonismos, conflictos, etc. ;
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las relaciones con los actores sociales: consulta, mediación, negociación, concertación.
En los procesos de gestión del paisaje, las relaciones con los actores sociales son de gran utilidad: dan acceso a información muy difícil de obtener por otros medios, permiten comprender mejor la complejidad del paisaje (intereses privados y públicos, lógicas sectoriales, demandas sociales, etc.), facilitan la creación de sinergias y sientan las bases para futuros acuerdos a través de la concertación y la mediación.
E. Elaboración de la síntesis informativa sobre el diagnóstico
Dado que el proceso de gestión se basa en la participación social y tiene una finalidad eminentemente operativa, es importante facilitar la comunicación entre los actores a través de medios de expresión comprensibles y documentos de síntesis. En esta fase, este requisito se traduce en la necesidad de elaborar un resumen del diagnóstico, en el que se expongan los principales resultados y conclusiones obtenidos de forma clara y concisa. Este documento debe ser flexible tanto en su contenido como en su forma para adaptarse a los objetivos del proyecto de gestión, pero siempre debe contener la información esencial necesaria para responder a unas preguntas muy concretas sobre
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la caracterización sintética del paisaje (¿qué es? ¿en qué se diferencia de otros?)
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las dificultades (¿cuáles son los problemas y conflictos que hay que resolver?)
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los valores (¿con qué recursos paisajísticos y sociales se puede contar?);
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¿Se han verificado las conclusiones, hipótesis y expectativas iniciales del titular del proyecto? ¿Qué posibilidades se desprenden de la etapa de conocimiento y diagnóstico?)
La síntesis debe valerse por sí misma, en el sentido de que puede leerse independientemente del resto de la documentación. Se redacta una vez que se han completado las diferentes etapas de diagnóstico y se han verificado los resultados a través del contacto inicial con los actores sociales. Las consultas y opiniones expresadas por los actores sociales no impiden que los profesionales tomen las decisiones que consideren más adecuadas en función de su experiencia y de la interpretación de los resultados de su análisis. Sin embargo, estas consultas garantizan que no se haya pasado por alto ningún parámetro social importante.
Paso 3 - Formulación de propuestas
A. Análisis posterior de los objetivos generales y específicos
Como se ha mencionado en el paso 1, cuando un profesional asume un proyecto de gestión del paisaje, el cliente o clientes le proporcionan indicaciones sobre los objetivos generales que desean alcanzar, así como la hipótesis de partida para la dirección y el contenido del proyecto. A veces, el titular del proyecto utiliza una formulación precisa con la esperanza de que el gestor y los equipos de gestión la utilicen para articular y desarrollar todo su trabajo, por ejemplo « impulsar el desarrollo local de una cuenca hidrográfica mediante la valorización de los elementos patrimoniales del paisaje industrial ». En otros casos, el propietario del proyecto declara un objetivo más general -por ejemplo, « desarrollar y mejorar el paisaje de una zona »- y quiere que el equipo de gestión redefina el objetivo con mayor precisión antes de lanzar el proyecto. Disponer de una definición precisa y consensuada de los objetivos generales del proyecto no es una cuestión trivial, sino una condición importante para garantizar que el proyecto se inicie con buen pie. En la mayoría de los casos, a medida que avanza el proyecto y se desarrolla la relación entre el equipo de gestión y los agentes sociales, los objetivos iniciales del propietario del proyecto se van concretando, matizando o incluso reformulando. Se trata de un proceso normal de maduración de las ideas, basado en la profundización del conocimiento del territorio, las aspiraciones de los habitantes, las dificultades locales y las posibilidades que ofrece el paisaje. Durante la fase de formulación de la propuesta, el gestor, o el equipo de gestión del paisaje, debe alcanzar un doble objetivo: afinar los objetivos generales y fijar los objetivos específicos. En general, es preferible fijar pocos objetivos generales y desglosarlos en un número razonable de objetivos específicos. Una profusión de objetivos generales y/o específicos conduce generalmente a un debilitamiento de su alcance y a una falta de coherencia del proyecto. Los objetivos generales deben referirse a aspectos globales y/o transversales del proyecto de gestión del paisaje, mientras que los objetivos específicos deben referirse a aspectos parciales que se deriven de los primeros. Por ejemplo, el objetivo general « impulsar el desarrollo local de la cuenca hidrográfica X mediante la puesta en valor de los elementos patrimoniales del paisaje industrial » puede dar lugar a los siguientes objetivos específicos « establecer el caudal ecológico del río X », « restaurar los elementos del patrimonio arqueológico industrial de mayor interés » o « implicar al sector turístico en la creación de una oferta turística de calidad ». Por último, desde el punto de vista de la comunicación, todos los objetivos deben definirse de forma directa, sintética y clara. Deben ser inmediatamente comprensibles e inequívocos. Esto facilitará la comunicación entre los actores del paisaje durante el proceso participativo y evitará repeticiones, malentendidos, falsas expectativas y, en definitiva, un sentimiento de frustración.
B. Definir las ideas clave y formular la justificación del proyecto
Una vez definidos los objetivos, se inicia una etapa sistemática y creativa que consiste en seleccionar las ideas clave y articularlas en torno a un tema o hilo conductor que presente los diferentes temas, propuestas y acciones de forma coherente. La identificación de las ideas clave se basa en la identificación de las relaciones socialmente significativas entre los elementos y/o temas del paisaje. Los temas son elementos o conjuntos de elementos tangibles o intangibles del paisaje que tienen una presencia, un papel y un significado notables dentro de él y que se eligen en función de esta presencia, de este significado y del interés que pueden suscitar. La definición del eje se basa en la vinculación creativa y significativa de las ideas clave a través de un escenario que establezca el escenario del proyecto de gestión y la consecución de sus objetivos. El eje debe ser fácil de explicar y comprender. No debe confundirse con el eslogan de un proyecto de gestión del paisaje, que es un resumen del contenido del proyecto formulado de forma breve y atractiva.
Además, a medida que se avanza en la definición de las ideas clave y se aclara el enfoque del proyecto, se confirman, matizan o rectifican la hipótesis inicial y la visión territorial inicial, y se establece definitivamente el alcance del proyecto de gestión. De un extremo a otro, el proceso no es lineal, es interactivo y sus bases se establecen en un movimiento alternativo que permite afinar las propuestas e idear estrategias de actuación, siempre en un marco transdisciplinar y participativo.
C. Diseño de estrategias de actuación y análisis más preciso de las propuestas
Para alcanzar los objetivos de los proyectos de gestión, es necesario desarrollar estrategias bien diseñadas y afinar las propuestas; esta tercera etapa es ideal para ello. El tiempo dedicado a ambas tareas -que deben ser coordinadas por el líder del equipo de gestión- es un tiempo que se ahorra a lo largo de todo el proyecto, ya que se evitan los inconvenientes de la improvisación que pueden derivarse de una planificación insuficiente. Las estrategias son sistemas de coordinación de las acciones y sus modalidades para alcanzar objetivos bien definidos. Las estrategias de gestión deben determinar -a corto, medio y largo plazo- las tareas a realizar, su secuencia y los participantes (profesionales y agentes del paisaje) directa o indirectamente responsables de dichas tareas, así como el contenido de las propuestas del proyecto. También deben preverse alternativas para disponer de un amplio abanico de posibilidades y mecanismos de negociación y consulta. Para ser eficaz, la estrategia debe prever las dificultades que pueden surgir durante el proceso de gestión y prever formas de superarlas. Entre las dificultades que deben superar las estrategias eficaces en los procesos de gestión se encuentran
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falta de referencias o proyectos similares ;
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dificultades para comprometerse con algunos actores del paisaje
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dificultad para acceder a ciertos tipos de información
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medios económicos limitados;
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dificultad para obtener compromisos firmes de los interlocutores
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falta de motivación de los actores sociales
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la falta de un modelo de territorio o de paisaje
Desde un punto de vista más positivo, el trabajo transdisciplinar ofrece oportunidades para diseñar buenas estrategias gracias a
la multiplicidad de redes cognitivas, relacionales y de información accesibles a los distintos profesionales
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la riqueza de las visiones múltiples y complejas de la realidad
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las variadas competencias profesionales de los miembros del equipo
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las diferentes competencias técnicas vinculadas a cada una de las disciplinas
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la diversidad de medios de expresión y formas de comunicación.
El responsable del equipo de gestión es el encargado de coordinar el diseño de las estrategias y de comprobar el buen funcionamiento del proceso. Para ello, debe supervisar y determinar los siguientes aspectos: la planificación del proyecto, la planificación de las tareas, la coordinación de las actividades y la puesta en común del trabajo de los miembros del equipo, la supervisión de la calidad de los resultados, el control financiero, la interlocución con el titular del proyecto de gestión y la supervisión de los documentos más importantes elaborados para el proyecto y su archivo. Las propuestas son las acciones de todo tipo previstas por el proyecto de gestión. Pueden ser intervenciones o acciones puntuales (como la integración de determinados equipamientos en el paisaje o la restauración de un paisaje de especial interés), o bien operaciones más complejas (como la elaboración o aplicación de instrumentos de planificación, la creación de estructuras, etc.). La comunicación de las propuestas a las fuerzas sociales y a los agentes del paisaje es un aspecto muy importante. Un buen proyecto mal formulado (medios de expresión inadecuados o una mala estrategia de comunicación) puede ser mal percibido. Por eso hay que cuidar mucho la forma de presentar los resultados y los medios utilizados. Debe quedar claro para el gestor o el equipo directivo que el éxito de las propuestas depende de su comprensión. Las tecnologías actuales (sistemas de información geográfica, software de dibujo, tratamiento de imágenes, sistemas de representación virtual, etc.) y los medios tradicionales (dibujo a mano alzada, fotografía, bocetos, maquetas, etc.) deben elegirse en función de las posibilidades de expresión que ofrecen y de las características de la propuesta que se va a defender. En todos los casos, los medios deben estar al servicio del proyecto, de acuerdo con su finalidad y naturaleza.
D. Redacción de la información resumida de las propuestas
El líder del equipo de gestión debe realizar un trabajo de planificación en las fases iniciales del proyecto sobre los tres aspectos mencionados anteriormente, es decir, los objetivos, el enfoque y las estrategias. En esta fase, los resultados de la planificación deben resumirse en un informe de síntesis que especifique de forma concisa para cada una de las propuestas
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sus objetivos generales ;
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su relevancia específica para el proyecto
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a qué ideas clave está vinculada
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cómo se relaciona con las líneas maestras del proyecto;
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sus características;
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los compromisos asumidos por los agentes sociales, económicos e institucionales
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los recursos humanos y técnicos necesarios
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Su calendario de ejecución;
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su presupuesto y financiación.
Todas las propuestas pueden presentarse en forma de diagrama o plan sintético que dé una idea global del contenido del proyecto. El documento no debe ser muy largo, pero sí debe ofrecer una visión de conjunto coherente que responda a las preguntas básicas que puedan plantear el director del proyecto o los agentes del paisaje. Al tratarse de una herramienta de comunicación, que tendrá muchos lectores entre los actores sociales y que puede facilitar el avance del proyecto, merece toda la atención y el tiempo necesarios.
Etapa 4 - Desarrollo y aplicación de las propuestas
A. Elaboración y aplicación de los instrumentos de ejecución
El proyecto de gestión del paisaje se lleva a cabo a través de un conjunto de instrumentos que permiten poner en práctica las propuestas y acciones formuladas en la etapa anterior -instrumentos de planificación, de proyecto, de regulación, de consulta y de organización.
a. Instrumentos de planificación
Por regla general, las propuestas formuladas en un proyecto de gestión del paisaje requieren la ordenación del espacio físico mediante un instrumento de ordenación del territorio o de urbanismo operativo. Para dar forma a estas propuestas se necesita un instrumento que depende de la escala a la que se trabaje, pero también del tipo de plan, de la iniciativa y de la administración que lo elabore. En ocasiones, las propuestas recogidas en el proyecto de ordenación del paisaje requieren, por ejemplo, una modificación del planeamiento general del municipio o la redacción de un plan de reforma interior, un plan de mejora urbana o un plan especial urbanístico con objetivos variables o estrictamente paisajísticos. Todos estos instrumentos vinculantes pueden marcar directrices y dar lugar a intervenciones paisajísticas sobre el espacio urbano existente, las nuevas áreas de crecimiento, las áreas de actividad económica, el espacio periurbano, las infraestructuras y equipamientos, el espacio rural, los espacios protegidos o la red hidrográfica. En el ámbito territorial, las propuestas del proyecto de ordenación del paisaje pueden incluirse también, en ocasiones, en planes territoriales, planes sectoriales, planes directores o cualquier otro instrumento de ordenación del territorio que se elabore en el ámbito de intervención correspondiente.
b. Instrumentos del proyecto
La arquitectura del paisaje o los proyectos de paisaje también proporcionan un marco para la aplicación de las propuestas y acciones de un proyecto de gestión del paisaje que implique una intervención en el territorio (reconstrucción, restauración o creación de paisajes). Los proyectos de paisaje definen las transformaciones físicas del territorio y pueden recoger las ideas clave y el enfoque de un proyecto de gestión. Su aplicación, llegado el momento, contribuye a mejorar el paisaje.
c. Instrumentos normativos
Una de las posibilidades para implementar las propuestas y acciones formuladas en un proyecto de gestión del paisaje la ofrece la ley. La normativa paisajística se aplica -de forma detallada y principalmente a nivel local- a diversos elementos que afectan al paisaje (por ejemplo, edificaciones, construcciones, instalaciones, usos, actividades, publicidad, campañas de mejora del paisaje, ayudas e incentivos económicos, etc.) con el fin de mejorar la calidad del paisaje urbano, rural o periurbano. Los estándares urbanísticos establecidos por los instrumentos de planeamiento también pueden servir de base para las propuestas relativas a la disposición de las edificaciones, la regulación de los usos y las actividades.
d. Instrumentos de diálogo y mediación paisajística
El proceso de gestión del paisaje es un proceso participativo a través del cual se busca un pacto territorial para potenciar las fortalezas del paisaje y mejorar la calidad de vida de los habitantes. La concertación del paisaje es una forma de participación que pretende alcanzar, a través de un proceso de negociación entre los actores territoriales y las administraciones, un pacto sobre el modelo territorial y las políticas de paisaje o un acuerdo específico sobre las estrategias, objetivos, instrumentos, acciones o medidas a implementar para mejorar la protección, ordenación y gestión del paisaje. Además, hemos definido el concepto de mediación paisajística como el proceso de prevención de conflictos y conciliación de intereses que realiza el gestor o el equipo de gestión en el marco de una determinada política de protección, ordenación o gestión del paisaje. Este nuevo término se utilizará para designar la función de intermediación que realiza el gestor o equipo de gestión del paisaje entre los distintos actores del territorio para mejorar la calidad y cantidad de la información que reciben y obtener así un consenso sobre la identificación, caracterización y calificación del paisaje, sobre la definición de los valores y objetivos de calidad del paisaje y sobre la determinación de las estrategias, propuestas de intervención y proyectos y acciones a realizar en el marco de un proceso de gestión del paisaje. Uno de los instrumentos de consulta más utilizados en el ámbito del paisaje es la carta del paisaje, un instrumento operativo de participación, consulta y mediación entre los actores públicos y privados voluntarios de un territorio. Su objetivo es mejorar el paisaje y la calidad de vida de los habitantes. Para ello, fija objetivos de calidad del paisaje, promueve el acuerdo sobre las estrategias de intervención y formaliza los compromisos relativos a la ejecución de las acciones incluidas en el programa de gestión. Este instrumento suele aplicarse a escala intermunicipal; o bien incluye uno o varios proyectos de gestión del paisaje, o bien corresponde a un proyecto de gestión determinado para una zona bien definida.
El convenio de gestión del paisaje es un instrumento contractual de concertación y mediación que vincula a los poderes públicos con los actores implicados en un proceso de gestión y formaliza los compromisos adquiridos en el marco del proyecto; se refiere a las obligaciones y condiciones de mantenimiento del paisaje, a la aplicación de medidas concretas de integración paisajística en un proyecto específico, a las posibilidades de acceso a determinadas ayudas o subvenciones, y a la equiparación territorial entre las partes afectadas por las medidas de protección, ordenación o gestión del paisaje Finalmente, el último instrumento también contractual y adecuado para la gestión del paisaje es el contrato de protección del territorio. Puede tratarse de cualquier acuerdo escrito para la conservación y gestión de una finca privada entre el propietario de la misma y un organismo de protección del territorio. Dicho acuerdo puede establecerse mediante un proceso de negociación y consulta, y formalizarse en un contrato que especifique cada una de las disposiciones legales adoptadas (con o sin transferencia de la propiedad). Este contrato puede hacerse oficial y registrarse en el registro de la propiedad, que da fe de su existencia y hace pública la información.
e. Instrumentos organizativos
Para llevar a cabo las acciones propuestas en el proyecto de gestión del paisaje y desarrollar así su tema principal, es posible constituir organismos ad hoc - agrupaciones, sindicatos u otras entidades administrativas previstas en la legislación vigente, teniendo en cuenta la distribución de competencias en materia de paisaje entre los distintos niveles de gobierno: Estado, región, departamento, municipio, etc. - y la creación de una red de colectividades locales. El proyecto de gestión también puede realizarse a través de entidades jurídicas civiles (fundaciones, asociaciones, organismos de protección del territorio, etc.) o comerciales (sociedades de responsabilidad limitada, sociedades anónimas, etc.) existentes en el ordenamiento jurídico de cada país.
B. Ejecución de las propuestas y acciones
Un proyecto de gestión del paisaje tiene que ser operativo, por lo que debe diseñarse con vistas a su aplicación, no es un estudio, un ejercicio académico o un programa estratégico.
C. Consulta sobre los recursos y la financiación
Los recursos necesarios para desarrollar e implementar un proyecto de gestión del paisaje son financieros y humanos. Las propuestas de proyectos de gestión pueden prever recursos específicos para la ejecución de las acciones mediante la creación de fondos de paisaje de origen público o privado. Así, en primer lugar, se debe recurrir a un fondo público para la conservación del paisaje, constituido por varias administraciones de acuerdo con la legislación paisajística que les sea aplicable. En algunos estados, este fondo se financia con un pequeño porcentaje del presupuesto para actuaciones y obras de gran envergadura en infraestructuras y equipamientos públicos con el fin de poner en marcha las propuestas y actuaciones derivadas de las políticas de paisaje.
Además, la inclusión de elementos del paisaje en las políticas sectoriales (medio ambiente, turismo, agricultura, obras públicas, cultura, etc.) permite utilizar indirectamente los recursos destinados a estos sectores para contribuir a la ejecución de las propuestas y acciones previstas en los proyectos de gestión del paisaje. También es posible iniciar procesos de concertación y negociación para firmar convenios de financiación con el sector privado (fundaciones, bancos, asociaciones empresariales, organismos de desarrollo económico, patrocinadores institucionales o individuales) y así crear fondos privados para llevar a cabo las propuestas y acciones del proyecto de gestión. También existen otros tipos de incentivos como la asistencia técnica a particulares o empresas para la elaboración y aplicación de instrumentos de ejecución (planes, proyectos de paisaje, etc.) o para la puesta en valor de los paisajes a través de ayudas indirectas, como las destinadas a apoyar políticas turísticas o producciones agrícolas de calidad. El gestor del paisaje debe conocer las distintas fuentes de financiación, ayudas y recursos económicos disponibles, e informar de ellas al titular del proyecto y a los actores del paisaje. Lo mismo ocurre con los posibles incentivos fiscales y subvenciones para las políticas y acciones de paisaje. También puede presentar directamente las solicitudes de ayudas o subvenciones. Los acuerdos de gestión del paisaje son idóneos para consultar la financiación y el cumplimiento de los compromisos adquiridos por los agentes sociales, económicos e institucionales.
D. Elaboración de un programa de actuación
En todo proyecto de gestión del paisaje se debe programar la ejecución a corto, medio o largo plazo de las propuestas y acciones concretas previstas en el proyecto. Es importante ser realista a la hora de fijar los plazos. Para que la gestión sea realmente eficaz, la intervención de los diferentes actores del paisaje y la ejecución concreta de las acciones deben seguir un orden lógico y cronológico.
Paso 5 - Difusión y seguimiento
A. Despliegue de estrategias de comunicación y difusión
En los procesos de gestión del paisaje, se entiende por « comunicación » la transmisión e intercambio de información útil sobre el paisaje entre los diferentes actores sociales, económicos e institucionales. En términos más generales, la comunicación también puede entenderse como la transmisión de conocimientos o significados culturales relacionados con los paisajes. Todo proyecto de gestión del paisaje debe incluir un programa de comunicación y difusión para dar a conocer los objetivos, las ideas clave, las estrategias, las propuestas y las acciones formuladas, el enfoque del proyecto y los medios previstos para su ejecución. Además de los medios de comunicación tradicionales (prensa escrita, radio, televisión, etc.), los portales de Internet han abierto nuevas perspectivas para desarrollar programas de difusión eficaces. Resulta práctico, en todas las fases del proyecto, recoger todo tipo de información relacionada con el proceso de gestión para incluirla en la documentación de seguimiento del proyecto. Es necesario establecer una estrategia de comunicación que tenga en cuenta la diversidad de los grupos sociales potencialmente interesados y adapte los contenidos informativos a las características e intereses de cada uno de ellos: público en general, asociaciones, población escolar, etc. Para promover la educación paisajística (en el sentido de transmitir información para crear actitudes positivas hacia el paisaje y sus valores), es útil que el gestor o equipo de gestión se ponga en contacto con los centros educativos para informar a profesores y alumnos sobre el proyecto de gestión que se lleva a cabo en el territorio donde viven. En definitiva, el objetivo principal de la fase de comunicación y difusión es la creación de un clima social favorable a la puesta en marcha de proyectos de gestión del paisaje, por un lado, y de una auténtica cultura del paisaje que refuerce la apreciación de los valores paisajísticos y mejore las actitudes personales y sociales hacia el paisaje, por otro.
B. Dinamizar el proceso de aplicación de las propuestas y acciones
El titular del proyecto que inicia el proceso puede proponer, en esta fase, la creación de un Consejo del Paisaje, que gestiona y financia. Este consejo reúne a representantes de los actores del territorio, a un gestor del paisaje que haya participado en el proceso y a otros profesionales especializados en la planificación, protección y gestión del paisaje. Su objetivo es estimular la participación de los actores en las etapas de comunicación, difusión, estímulo, seguimiento y evaluación de los resultados del proceso de gestión del paisaje. Dado que el consejo del paisaje es un órgano representativo y participativo que reúne a los actores del paisaje para el seguimiento del proyecto, es conveniente que cuente con el apoyo de una oficina técnica del paisaje compuesta por un equipo de técnicos, es decir, gestores del paisaje y otros profesionales especializados en la planificación, protección y gestión del paisaje. Esta oficina se encarga de la ejecución del proyecto de gestión en sus diferentes fases: inicio, ejecución y sostenibilidad. También es posible utilizar los servicios de un facilitador profesional, cuya tarea es difundir el contenido propuesto del proceso de gestión a los actores institucionales sociales y económicos, así como a la población en general. El facilitador colabora así con el gestor del paisaje, el equipo de gestión, el consejo del paisaje y la oficina técnica para promover y ejecutar las propuestas y acciones del proyecto de gestión del paisaje.
C. Evaluación de los resultados del proceso de gestión
Todo proceso de gestión requiere una evaluación continua de sus resultados. En el caso de la gestión del paisaje, la evaluación del desarrollo y ejecución del proyecto requiere la utilización de métodos e instrumentos adecuados y la consecución de los objetivos marcados. Para ello, la Oficina Técnica del Paisaje puede diseñar un conjunto de indicadores con todos los elementos cuantitativos y cualitativos necesarios para conocer la evolución y el estado del paisaje en cuestión y hacer un seguimiento periódico del mismo, para estimar el grado de satisfacción de la población con los resultados de las propuestas y actuaciones realizadas o en curso, y para medir la eficacia de las iniciativas públicas y privadas derivadas de los acuerdos resultantes de los distintos procesos de consulta y mediación.
Figura 14: La gestión del paisaje como proceso y los objetivos del Convenio Europeo del Paisaje
2. LOS PROFESIONALES Y LA GESTIÓN DEL PAISAJE
2.1. Convergencia de disciplinas y profesiones
El Convenio Europeo del Paisaje pone de manifiesto la necesidad de un trabajo interdisciplinar y multiprofesional en las tareas de protección, gestión y ordenación del paisaje. En el caso de la gestión en particular, este requisito es aún más fuerte, ya que la consecución de los resultados y objetivos depende de la capacidad de crear sinergias mediante la interacción de todos los actores relevantes del paisaje. Por ello, en los equipos que intervienen en los proyectos de gestión del paisaje hay especialistas de diferentes disciplinas y formaciones profesionales con objetivos teóricos y prácticos comunes pero con puntos de vista y perspectivas diferentes según su formación, algunos heredados de una larga tradición epistemológica (paisajistas, geógrafos, arquitectos, ambientólogos, ingenieros…) mientras que otros se han vinculado recientemente a la gestión del paisaje (sociólogos, abogados, economistas…). A continuación se presenta una lista no exhaustiva de los principales profesionales integrados en los equipos de gestión del paisaje que intervienen bien a lo largo de todo el proceso, bien sólo en algunas fases, o bien colaborando en proyectos concretos:
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Arquitectos paisajistas: procedentes de una antigua tradición profesional y de diversos orígenes, trabajan en el diseño, formalización, restauración y planificación del paisaje. Su labor, inicialmente limitada a los jardines y parques urbanos, se ha extendido a todo tipo de espacios abiertos y construidos.
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Arquitectos paisajistas: en cuanto a los arquitectos paisajistas, no hay proyecto de gestión del paisaje sin ellos. Son arquitectos de formación. La capacidad de desarrollar proyectos, diseño, restauración, planificación urbana, etc. son capacidades profesionales estratégicas en la mayoría de los proyectos de gestión del paisaje.
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Geógrafos: el paisaje ha sido durante mucho tiempo una parte importante de la geografía. Partiendo del análisis regional, espacial y territorial, los geógrafos han ampliado su campo de actuación a aspectos como el análisis de la producción paisajística contemporánea o la ordenación y el desarrollo del territorio. Su participación en las fases de análisis y propuesta constituye una contribución estratégica al diseño y definición de proyectos de gestión.
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Ambientalistas, ecólogos y biólogos: la ecología del paisaje ha contribuido en gran medida a la comprensión del funcionamiento de los paisajes y de sus estructuras como sistemas. La formación de estos profesionales les permite analizar los aspectos socioecológicos del paisaje pero también integrar en los proyectos criterios de sostenibilidad ambiental.
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Los ingenieros pueden contribuir al establecimiento de criterios que faciliten la elección de los emplazamientos, la limitación de los impactos paisajísticos y la integración paisajística de las construcciones y grandes infraestructuras. Gracias a su experiencia (en ámbitos tan importantes como las infraestructuras de transporte y energía, los servicios técnicos y medioambientales, las instalaciones industriales, etc.), su participación en determinados proyectos puede ser decisiva.
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Los planificadores urbanos tienen una formación muy variada (arquitectura, ingeniería, derecho, ciencias ambientales, geografía, economía, etc.). Su trabajo consiste en la planificación urbana y la gestión de la ciudad y el territorio. En los procesos de gestión del paisaje, los planificadores aportan criterios (para el uso del suelo y la localización de actividades y edificios) que respetan los valores del paisaje, los objetivos de mejora del paisaje y las directrices paisajísticas. Desde el punto de vista urbanístico, aportan al equipo de gestión del paisaje una visión integral que abarca tanto la ordenación de usos y actividades en la ciudad y el territorio no urbanizado, como las condiciones y parámetros para la construcción de edificaciones urbanas y rurales.
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Abogados: el profundo conocimiento de los abogados de la legislación vigente y de la normativa derivada de los instrumentos de planificación territorial urbana y sectorial proporciona a los equipos de gestión una herramienta esencial para la realización de los proyectos: la cartografía legal del territorio. Los abogados también participan en el diseño y formulación de los objetivos y propuestas de los proyectos de ordenación, y están facultados para liderar los procesos de negociación, concertación y mediación territorial. En el marco de esta función de prevención o resolución amistosa de conflictos, realizan, junto con otros profesionales, funciones de mediación en la gestión del paisaje.
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Gestores del patrimonio cultural: la cultura y el patrimonio cultural son cada vez más importantes en la actual sociedad del conocimiento, por su capacidad de modificar estilos de vida pero también de generar una fuerte actividad económica ligada al ocio, el turismo, la formación, etc. Historiadores, arqueólogos, antropólogos, etc. son profesionales capaces de abordar la dimensión patrimonial y cultural del paisaje.
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Sociólogos y politólogos: su experiencia en ciencias sociales y políticas es especialmente útil para identificar los actores y las redes sociales de un territorio y las relaciones que se establecen con los actores del paisaje para diseñar y conducir procesos de participación ciudadana. También pueden tener funciones de mediación en la gestión del paisaje y colaborar con otros profesionales para alcanzar acuerdos a través de la negociación y la concertación.
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Gestores turísticos: para el turismo, y en particular para el turismo cultural, el paisaje es una razón de ser y un recurso; es la fuente de los beneficios que genera el desarrollo de esta actividad económica. Los especialistas en gestión turística están muy atentos a la gestión del patrimonio natural y cultural del territorio que les interesa. Su participación en el proyecto de gestión del paisaje es de gran interés para la producción y el desarrollo del capital paisajístico vinculado a las actividades de ocio y turismo.
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Ingenieros agrónomos y forestales: su participación en el proceso de gestión del paisaje es útil tanto para la formulación realista de las propuestas y actuaciones del proyecto como para la posterior elaboración y aplicación de los distintos instrumentos de ejecución (códigos de buenas prácticas agrarias, planes técnicos de mejora forestal, proyectos paisajísticos de parques y jardines, etc.), teniendo en cuenta las exigencias impuestas y las posibilidades que ofrecen las actividades productivas agrarias, silvícolas y hortícolas
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Educadores del paisaje: el interés de la aportación de estos profesores, pedagogos y otros especialistas en ciencias de la educación a los procesos de gestión del paisaje radica en su capacidad para aplicar criterios y definir estrategias que promuevan la sensibilización ciudadana, la educación del paisaje y las actitudes positivas hacia el mismo.
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Expertos en comunicación: su formación y experiencia puede ser beneficiosa en la fase de comunicación de los objetivos, ideas clave y principales propuestas del proyecto de gestión del paisaje. Su contribución también puede ser útil en determinadas fases del proceso participativo.
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Economistas: los especialistas en economía y ciencias empresariales pueden ayudar a definir estrategias para que los proyectos de gestión sean económica y financieramente viables. La implicación de gestores operativos, administradores y empresarios en este tipo de proyectos requiere el uso de un lenguaje y unas técnicas especializadas para la valoración económica tanto de los bienes materiales como de los recursos intangibles del paisaje, cuya gestión sólo puede beneficiarse claramente de la aportación de estos profesionales.
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Especialistas en patrocinio y mecenazgo: la intervención de estos expertos en la captación de fondos privados de particulares o empresas a través de programas de responsabilidad social corporativa puede ser muy útil en algunos procesos de gestión del paisaje. A través de ellos es posible diseñar un programa de financiación para desarrollar y ejecutar propuestas y acciones de proyectos de gestión del paisaje.
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Psicólogos: la mayoría de los instrumentos y propuestas de gestión del paisaje inciden en la percepción que los individuos y grupos sociales tienen del paisaje en el que viven y desarrollan sus actividades cotidianas. Por ello, la psicología y otras ciencias de la salud pueden ayudar al equipo de gestión del paisaje en la utilización de técnicas y procesos para evaluar el nivel de bienestar físico o psicológico que las propuestas o acciones de valorización y mejora del paisaje aportan a los individuos.
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Otros profesionales: artistas plásticos, fotógrafos, escritores, poetas, filósofos, músicos, cineastas publicitarios, etc. Gracias a la calidad de su visión y percepción, así como a su capacidad para transmitir emociones, la visión contemporánea de los paisajes y sus valores artísticos y espirituales, pueden participar en determinados aspectos y etapas de los proyectos de gestión del paisaje.
La composición específica del equipo de gestión requiere que el propietario del proyecto y el director del mismo logren la máxima transdisciplinariedad dentro de los medios económicos de que disponen. En otras palabras, deben optimizar la interacción entre la visión y los resultados de las distintas disciplinas y competencias profesionales, de modo que cada punto de vista y cada visión se vean influidos o modificados por los demás y los distintos especialistas revisen su enfoque teniendo en cuenta el debate con los demás miembros del equipo de gestión. En el trabajo transdisciplinar, el especialista o profesional « aporta, aprende y modifica retroactivamente sus propias aportaciones ». El comportamiento del equipo transdisciplinar es sistémico, lo que explica la evolución helicoidal de su proceso de trabajo » (Folch, 2003).
2.2. Competencias profesionales en la gestión del paisaje
La gestión del paisaje se considera aquí como un proceso transversal y transdisciplinar. Sus características fundamentales son el dinamismo, la participación social, el rigor y la creatividad en el planteamiento de estrategias y propuestas. Estas cualidades permiten identificar los objetivos, desarrollar las ideas clave y establecer una dirección para alcanzar las metas de un proyecto de gestión del paisaje. Los diferentes profesionales, propietarios, actores sociales, económicos e institucionales, al intervenir en los procesos de gestión, interactúan permanentemente: crean redes, alcanzan consensos y profundizan en la cultura de la valorización del paisaje. Los equipos que desarrollan proyectos de gestión del paisaje reúnen a especialistas de diferentes disciplinas y formaciones profesionales que aportan diferentes perspectivas según su formación específica y que, a través de un proceso de trabajo transdisciplinar, analizan los elementos de un paisaje, diagnostican su estado e identifican los temas presentes. La formulación y ejecución de un proyecto de gestión del paisaje, destinado a mejorar la calidad de vida de los habitantes y el desarrollo local, requiere competencias específicas por parte de los profesionales que intervienen en todo el proceso. Entre las competencias más importantes que se exigen a los profesionales de la gestión del paisaje están
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la capacidad de trabajar en equipo
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habilidades de comunicación
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capacidad de mediación
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capacidad de síntesis; creatividad
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creatividad;
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espíritu de propuesta.
El carácter transdisciplinar del trabajo en equipo requiere la capacidad de interactuar con otros profesionales, que a menudo tienen visiones, métodos e incluso idiomas diferentes. Las habilidades de comunicación facilitan la transmisión de ideas y propuestas, tanto al titular del proyecto como a los actores que intervienen en las distintas etapas participativas. Las habilidades de mediación ayudan a prevenir conflictos a lo largo del proceso o a alcanzar acuerdos entre individuos o grupos sociales que comparten un mismo territorio y cuyos intereses son a veces divergentes. La capacidad de síntesis facilita el manejo de un volumen considerable de información, documentos, datos y criterios a utilizar en las distintas etapas del proceso de gestión. Al desarrollar la creatividad, el gestor del paisaje puede ir más allá de la simple función de administrador. Gestionar proyectos no es sólo administrar, sino analizar, planificar, dirigir, controlar y modificar los equipos de forma continua a lo largo de la vida del proyecto. El gestor debe ser capaz de motivar a los equipos de gestión para articular las distintas ideas clave y desarrollar un hilo conductor para que el proyecto se base en propuestas claras.
CONCLUSIÓN
El objetivo último de la gestión del paisaje es formular y poner en práctica propuestas y acciones encaminadas a potenciar y mejorar los paisajes, aumentando el bienestar y la calidad de vida de los habitantes para promover un desarrollo sostenible basado en una relación equilibrada y armoniosa entre los requisitos ambientales, culturales, económicos y sociales.
Referencias
Para ir más allá
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