Casi el 90 % de los residuos textiles acaban incinerados. ¿Cómo cambiar esta situación?
Manuel Morales Rubio, junio 2025
Ahora que acaban de comenzar las rebajas de verano, que se prolongarán hasta el 22 de julio, la cuestión del reciclaje de los residuos textiles sigue siendo candente. Estos residuos suelen acabar incinerados, cuando podrían revalorizarse de diversas maneras: como aislantes térmicos y acústicos, espuma para automóviles, relleno de colchones, para fabricar ropa nueva…

¿Sabías que, en la actualidad, solo el 12 % de los residuos textiles se reciclan y reutilizan en la Unión Europea? Una cifra extremadamente baja si la comparamos, por ejemplo, con el 75 % de cartón reciclado y el 80 % de vidrio en Francia. La mayor parte de los residuos textiles, producidos por la industria, se envían directamente al vertedero y, finalmente, se incineran.
Pero entonces, ¿por qué se recicla tan poco? ¿Esta situación está destinada a permanecer igual? No necesariamente.
¿De dónde proceden los residuos textiles?
Pero antes de ver cómo podrían evolucionar las cosas, comencemos por ver qué son los residuos textiles y por qué se reciclan tan poco.
Los residuos textiles proceden de la fabricación de prendas de vestir. Se trata de restos de tela, fibras y otros materiales textiles al final de su vida útil, tras su uso o producción. La moda prêt-à-porter o fast fashion, con la rápida renovación de las colecciones, agrava el problema de la gestión y el tratamiento con cantidades crecientes de residuos textiles procedentes de la sobreproducción y el consumo excesivo.
Los retos del reciclaje
Pero si una gran parte de estos textiles acaba en los vertederos, contribuyendo así a la contaminación y al desperdicio de recursos, es también por la falta de soluciones de reciclaje adecuadas o económicamente viables.
Hay dos razones principales para ello: la primera es de carácter técnico y la segunda se deriva de la insuficiencia de las normas existentes y de la regulación institucional.
De hecho, el reciclaje de residuos textiles se enfrenta a numerosos retos técnicos debido a la naturaleza compleja y heterogénea de las fibras textiles y los materiales de fabricación, la falta de infraestructura y medios de recogida, los elevados costes de clasificación y la ausencia de apoyo técnico y asesoramiento por parte de expertos en reciclaje.
En cuanto a las normas vigentes, cabe señalar que, antes de 2022, no existían regulaciones que prohibieran a los actores de la moda rápida (marcas, tiendas minoristas y fabricantes) destruir los productos no vendidos y devueltos por los clientes.
¿Transformar los residuos textiles en una oportunidad de negocio?
Sin embargo, en 2022, la ley europea contra el desperdicio para una economía circular (Agec) cambia las reglas del juego, ya que ahora obliga a los actores del sector de la moda (marcas, tiendas minoristas y fabricantes) a encontrar usos alternativos para sus productos textiles y de confección devueltos y sin vender, evitando así su depósito en vertederos o su incineración.
Para dar una nueva vida a estos textiles, existe una oportunidad que sigue siendo subestimada: la colaboración entre el sector textil y otras industrias que podrían utilizar los residuos textiles que antes se quemaban.
Los textiles sin vender, devueltos o los residuos textiles postindustriales podrían, por ejemplo, transformarse en materias primas que podrían reutilizarse para fabricar aislantes térmicos y acústicos para edificios, paños industriales, espumas para automóviles o relleno para colchones. Esta sinergia entre industrias ofrece varias ventajas: reduce los residuos, limita la extracción de recursos vírgenes y fomenta una economía circular más sostenible. Al poner en común los conocimientos y las necesidades, los actores de diferentes sectores también optimizan las cadenas de producción, al tiempo que contribuyen a una gestión más responsable de los materiales textiles al final de su vida útil.
Sin embargo, por el momento, la complejidad de la cooperación intersectorial hace que la valorización de los coproductos y residuos textiles sea escasa.
Pero estas acciones entre industrias, denominadas simbiosis industriales, existen desde hace mucho tiempo en otros ámbitos y, por lo tanto, permiten pensar que podría ser de otra manera.
Así, se ha documentado la reutilización de los residuos de un proceso de producción en la fabricación de jabón a partir de grasa animal, la producción de fertilizantes a partir de residuos agrícolas y animales, así como la piel y los huesos de animales como materia prima para cocinar y fabricar armas.
Esta práctica de reutilización de residuos se ha vuelto muy común en la actualidad en otros sectores industriales como la petroquímica, la química orgánica, la energía y la agroindustria desde la segunda mitad del siglo XX. El primer caso de simbiosis industrial identificado en la literatura científica se remonta a 1972, cuando un grupo de empresas privadas pertenecientes a diferentes sectores industriales se enfrentaron a la escasez de agua en la ciudad de Kalundborg, en Dinamarca. Gracias al diálogo entre todas ellas, pudieron optimizar el uso global del agua mediante su reutilización.
Colaboración intersectorial: una estrategia clave para la circularidad
Sin embargo, si observamos las cantidades de residuos textiles, esta posibilidad de reciclar los residuos textiles desarrollando las interacciones entre industrias no será suficiente. El otro gran reto sigue siendo la producción inicial. Detrás del crecimiento desmesurado de los residuos textiles en todo el mundo en los últimos años se encuentra, de hecho, la sobreproducción y el consumo excesivo de textiles, que se ha cuadruplicado en los últimos cinco años con la proliferación de plataformas de moda rápida como Shein y Temu.
El objetivo es, por tanto, reducir el volumen de materia prima virgen necesaria para la fabricación de un número cada vez mayor de prendas de vestir. Esto podría lograrse reduciendo el consumo o reduciendo nuestras necesidades de materia prima virgen. En este sentido, el uso de residuos textiles reacondicionados también puede resultar acertado. Ofrece la ventaja de realizar simultáneamente dos acciones virtuosas: reducir nuestros residuos y limitar nuestras necesidades de materias primas textiles.
Sin embargo, en Europa, menos del 2 % del total de los residuos textiles se recicla actualmente para fabricar nuevas prendas. Este porcentaje es tan bajo que cuesta creerlo, pero se explica por la desconexión entre los actores implicados en el fin de la vida útil de las prendas, la heterogeneidad de los materiales, que complica la tarea de reciclar para producir prendas de la misma calidad, y también por una normativa y una regulación poco estrictas.
Los actores del reciclaje y los vertederos comunican poco con las asociaciones que gestionan los puntos de recogida de textiles, la clasificación y la venta de ropa de segunda mano (Mains ouverts, Emaus, Secours populaire, entre otras).
Las plataformas digitales como Vinted no conocen los volúmenes gestionados por los actores del ecosistema físico. Además, las iniciativas de recuperación y reutilización de ropa usada aplicadas por las grandes marcas como Zara y H&M solo representan una fracción de sus ventas totales, por lo que no son capaces de cambiar la tendencia hacia una economía textil de ciclo cerrado.
Prêt-à-porter: en busca de soluciones sostenibles
Por ello, es fundamental activar todas estas palancas, teniendo en cuenta el impacto medioambiental de la industria textil, que emite 3300 millones de toneladas de CO₂ al año, lo que equivale al transporte aéreo internacional y al transporte marítimo de mercancías juntos.
La industria textil también es responsable del 9 % de los microplásticos que se encuentran en los océanos y consume alrededor de 215 billones de litros de agua al año si se tiene en cuenta toda la cadena de valor. Por ello, la industria textil y la confección son las que más agua consumen en el mundo, solo por detrás de la agricultura y la industria agroalimentaria. El sector textil también está asociado a la contaminación derivada de los productos químicos y detergentes utilizados en los procesos de fabricación y lavado de la ropa.
A escala mundial, las perspectivas relacionadas con la sobreproducción y el consumo excesivo son preocupantes, ya que se estima que, de aquí a 2050, el volumen total de prêt-à-porter podría triplicarse.
Para evitar que nuestra ropa tenga un coste medioambiental tan perjudicial, una vía evidente sería permitir una producción más local.
Hoy en día, la cadena de valor textil sigue estando muy globalizada y las prendas que salen de ella son cada vez menos resistentes y duraderas. La producción de materias primas se concentra en gran medida en Asia, especialmente en países como China, India y Bangladesh, que representan más del 70 % del mercado total de la producción de fibras, la preparación de tejidos e hilos (hilatura), el tejido, el tricotado, el encolado y el blanqueo/teñido.
Ante esta realidad, la puesta en marcha de una estrategia territorial de simbiosis también podría reducir la dependencia excesiva de sistemas de producción no sostenibles, relocalizando las capacidades de producción para reforzar los circuitos cortos y más territoriales en Europa.
Referencias
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theconversation.com/pres-de-90-des-dechets-textiles-finissent-brules-comment-changer-cela-253780
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Manuel Morales Rubio, Enseignant-chercheur en Gestion stratégique, Clermont School of Business