La movilidad, otro factor determinante de las desigualdades

Emmanuel Flachaire, julio 2019

The Conversation

¿Hay que participar en el programa «¿Quién quiere ser millonario?» para salir de la pobreza? Esa fue la única oportunidad que tuvo el indio Jamal Malik en la película «Slumdog Millionaire». Y al final, incluso esa le fue arrebatada. Apenas había ganado la pregunta de 20 000 rupias cuando fue acusado de hacer trampa. ¿Están condenados los pobres a seguir siéndolo? Esta pregunta, conocida desde el punto de vista de las desigualdades, merece ser planteada en términos de movilidad social. ¿Es realmente posible para todos transformar su destino?

Desde hace algunas décadas, las desigualdades han polarizado todas las miradas y se les han dedicado numerosos estudios económicos. Se han multiplicado los índices e indicadores con el fin de comparar Estados y regiones. Aunque se ha descuidado, la movilidad —de ingresos o de posición social— es una herramienta útil para arrojar luz sobre los problemas relacionados con la pobreza, la igualdad de oportunidades o la reproducción social.

¿Son siempre perjudiciales las desigualdades? El recurso a la movilidad responde en primer lugar a esta pregunta, que ha atravesado varias disciplinas, entre ellas la economía. Si bien los individuos pueden ascender rápida y fácilmente en la escala social, hay quienes afirman que no es así. Los que se encuentran en la parte inferior de la escala alternan entonces sus roles con los que se encuentran en la parte superior. El propio Thomas Piketty escribe: «A menudo se piensa que el aumento de las desigualdades no es importante cuando hay una gran movilidad». Esta cuestión se refiere a la teoría igualitaria de Rawls, que privilegia la igualdad de oportunidades frente a la igualdad de ingresos. Para él, no sirve de nada alcanzar la igualdad perfecta de ingresos, siempre que las circunstancias previas sean justas e iguales para todos los individuos. Así, se juzga a estos últimos por sus méritos y su esfuerzo.

¿Son inseparables la desigualdad y la baja movilidad?

La igualdad de oportunidades se refiere a la movilidad. La movilidad intergeneracional de los ingresos cuestiona la posibilidad de que un niño pueda aumentar fácilmente sus ingresos en comparación con los de sus padres. Pero también se puede comparar entre diferentes etapas de la vida de un individuo, de forma intrageneracional. ¿Cuántos podrían, al igual que Gatsby el Magnifico —este personaje, procedente de una familia de granjeros pobres y convertido en millonario—, ascender a lo más alto de la escala social? La respuesta difiere en cada país. Pero hay una constante que se repite en muchas situaciones. Según la «curva de Gatsby», una gran desigualdad está relacionada con una baja movilidad social.

Todo parece indicar que cuanto más separados están los peldaños de la escalera, más difícil es subir. En Estados Unidos, esta lógica pone en tela de juicio la figura del hombre que se ha hecho a sí mismo. En realidad, el «sueño americano» no es tan fácil de alcanzar. Un estudio realizado por Chetty, Hendren, Kline y Saez en 2014 muestra que la movilidad social se mantuvo sin cambios entre 1970 y 1990. Para las nuevas generaciones, las posibilidades de alcanzar salarios más altos se mantuvieron iguales, mientras que la brecha entre los ingresos se amplió. Por lo tanto, las desigualdades de ingresos no facilitan la movilidad, sino que son más bien un obstáculo para los más pobres. Pero, al mismo tiempo, la movilidad relacionada con la posición social se ha mantenido en general similar. Sus estimaciones confirman la fuerte desigualdad que imperaba entonces en China. Los que se beneficiaron del aumento de los ingresos ya procedían de familias acomodadas. Se confirma la curva de Gatsby: una gran desigualdad revela una baja movilidad social.

¿Qué se mide entonces?

Las comparaciones internacionales analizan las desigualdades utilizando los coeficientes de Gini o de Theil. Estas medidas permiten estudiar la distancia entre la situación de un país y el caso de una sociedad perfectamente igualitaria. Sin embargo, pocas evaluaciones permiten obtener una imagen de la movilidad intergeneracional de cada país. Las medidas son dispersas, no armonizadas y, en ocasiones, incluso erróneas.

Cowell y Flachaire han demostrado que el índice de movilidad intergeneracional más utilizado puede pasar por alto ciertos movimientos ascendentes o descendentes, dependiendo de las situaciones. Además, los resultados varían entre las herramientas que se utilizan habitualmente. Para responder a estas limitaciones, los dos autores han creado un nuevo indicador estableciendo unos principios básicos.

Para ser eficaz, la medida debe tener en cuenta los diferentes tipos de movilidad que pueden existir. El índice Cowell-Flachaire capta tanto la movilidad de los ingresos como la de la posición social, es decir, la posición de un individuo en la escala social. Es importante comparar estas dos medidas porque, aunque todos los individuos aumenten sus ingresos por igual, la movilidad social puede permanecer inalterada incluso si aumenta la movilidad de los ingresos.

¿De qué movilidad estamos hablando?

La observación anterior puede aplicarse a China durante el cambio de milenio. Durante la década de 2000, el gigante asiático experimentó un rápido crecimiento, pero sus repercusiones en la movilidad son ambiguas. En su artículo, Cowell y Flachaire muestran que la movilidad ascendente de los ingresos ha aumentado, lo que significa que un cierto número de personas han accedido a salarios más altos que antes de 2000. Pero, al mismo tiempo, la movilidad relacionada con la posición social se ha mantenido globalmente similar. Sus estimaciones confirman la fuerte desigualdad que reinaba entonces en China. Quienes se beneficiaron del aumento de los ingresos ya procedían de familias acomodadas. Se confirma la curva de Gatsby: una gran desigualdad revela una baja movilidad social.

El ejemplo de China ilustra la importancia de distinguir entre los diferentes tipos de movilidad para presentar un panorama más preciso del panorama económico de una región. El índice de desigualdad, al ser estático, no permite analizar los movimientos entre generaciones o entre diferentes períodos. Para afinar aún más, se suele utilizar la dimensión geográfica. Esta permite poner de relieve que, según las zonas geográficas y dentro de un mismo país, la movilidad de los ingresos o del «rango» puede ser totalmente diferente.

Mientras que China está claramente dividida entre zonas rurales y urbanas, Estados Unidos presenta un mosaico muy diverso. Algunos estados simbolizan con fuerza el sueño americano, mientras que en otros las posibilidades de salir de la pobreza son insignificantes.

En el cálculo de la movilidad, ya sea de ingresos o de rango, la geografía no es la única variable que hay que tener en cuenta. El indicador de Cowell y Flachaire se desglosa para estudiar otros aspectos de forma detallada. De este modo, permite identificar la proporción de individuos más ricos o la proporción de jóvenes en el resultado obtenido. Y, sobre todo, se desglosa para captar la movilidad ascendente y descendente en el cálculo de los movimientos. Por último, los dos autores muestran que, al estudiar la distancia —en términos de ingresos o de rango— entre dos períodos determinados, el índice de movilidad engloba el de las desigualdades. Se trata, en efecto, de un caso particular, en el que el período estudiado se compara con una situación de igualdad perfecta.

La movilidad social aún no ha sido objeto de mediciones sistemáticas en los barómetros internacionales. Su evaluación constituiría una herramienta valiosa para los responsables políticos y ofrecería una imagen precisa de las oportunidades que se ofrecen a las personas ante las desigualdades persistentes. Esto es lo que se han propuesto Cowell y Flachaire para mejorar el conocimiento de la movilidad, superando los límites de los índices anteriores y permitiendo obtener una descripción detallada de las desigualdades en el mundo.

Referencias

Para ir más allá