«La desertificación afecta al 1,4 % del territorio metropolitano»
abril 2025
Agence pour l’Environnement et la Maîtrise de l’Energie (ADEME)
A finales de 2024, Francia se sumó a la lista de países afectados por la desertificación. Es una oportunidad para recordar que este fenómeno no se limita a África. Según Jean-Luc Chotte, especialista en suelos y presidente del Comité Científico Francés de Desertificación (CSFD), estaría incluso mucho más extendido en nuestras regiones de lo que podríamos pensar.

¿Qué significa exactamente estar afectado por la desertificación?
Jean-Luc Chotte
Cuando se habla de desertificación, tendemos a imaginar una gran extensión de arena como el Sáhara en expansión. Pero no se trata solo de eso. Hablamos de un proceso progresivo de pérdida de productividad de los suelos y de adelgazamiento de la cubierta vegetal, debido a las actividades humanas y a las variaciones climáticas. El público en general y los responsables políticos deben darse cuenta de que esta degradación de la tierra amenaza nuestras regiones y que, por lo tanto, es urgente proteger la salud de nuestros suelos.
¿Qué ha llevado a Francia a inscribirse en la lista de países afectados por la desertificación?
J-L. Chotte
Con el cambio climático, los episodios de sequía se multiplican y se prolongan en el sur de Francia, hasta el punto de que gran parte del litoral mediterráneo entra ahora en la categoría de zonas áridas, semiáridas o subhúmedas secas, susceptibles de verse afectadas por la desertificación. Según la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), este fenómeno se produce cuando los suelos, además de estar situados en este tipo de clima, sufren un mal uso (monocultivo, ausencia de rotación, etc.), presentan una escasa cobertura vegetal y contienen un stock limitado de materia orgánica. En ese momento, están demasiado degradados para producir nuevas plantas, almacenar agua y ser resilientes frente a las perturbaciones y el estrés. En la actualidad, el 0,14 % de la superficie total de la Francia metropolitana se ajusta a esta definición.
Sin embargo, esta cifra, relativamente baja, no nos parecía que reflejara correctamente la situación. Hay otros criterios que pueden conducir a la misma pérdida de fertilidad y resiliencia, incluso en climas menos secos: la erosión del suelo por la lluvia o el viento, la salinización, los desequilibrios nutricionales, la contaminación… Por ello, el Centro Común de Investigación (JRC) de la Comisión Europea propone tener en cuenta otros indicadores para medir la desertificación. En colaboración con la asociación Nitidae, que trabaja para la preservación del medio ambiente y el fortalecimiento de las economías locales, hemos probado estos indicadores. El resultado: aproximadamente el 1,4 % de la superficie total de la Francia metropolitana está afectada por la desertificación o por un fenómeno similar. Es decir, 751 700 ha.
¿Qué va a cambiar esta inclusión en la lista de países afectados por la desertificación?
J-L. Chotte
Hasta ahora, Francia era uno de los países que habían ratificado la CNULD. Contribuía a la lucha contra la desertificación en el mundo, en particular a través de su política de ayuda al desarrollo. Al inscribirse en la lista de países afectados, seguirá apoyando este tipo de proyectos, pero también podrá contribuir mejor a la producción de conocimientos sobre el estado de degradación de los suelos en el mundo, ya que se compromete a seguir la situación en su territorio. También podrá trabajar en nuevos indicadores para identificar las zonas de riesgo, que no se aplicarían únicamente a las regiones áridas. Además, al cambiar de estatus, Francia podrá valorizar mejor sus acciones en favor de una gestión más sostenible de los suelos en su territorio.
¿Qué se puede hacer frente a la desertificación? ¿Es reversible este fenómeno?
J-L. Chotte
Sí, es reversible. Apoyando usos más adecuados del suelo, como la agroecología, o replantando bosques, es posible restaurar la salud del suelo y, por lo tanto, hacerlo más resistente a los fenómenos extremos. Una mejor gestión de la materia orgánica mejoraría su fertilidad. El problema es que un cambio de prácticas solo da resultados tras un periodo de transición de unos diez años. Los agricultores no pueden comprometerse sin apoyo financiero. Para ayudarles, habría que valorar los servicios que prestan a la comunidad, y no solo sus producciones. Al mejorar la gestión de los suelos, contribuyen a un mejor almacenamiento del carbono, a la preservación de la biodiversidad, a la calidad del agua, etc.