La economía circular, modelo para la transición ecológica
Boletín n.º 115
mayo 2022
Ante la escasez de recursos naturales y la necesidad imperiosa de la transición ecológica, el concepto de economía circular se está imponiendo progresivamente. Esta se está convirtiendo en un nuevo modelo de desarrollo que rompe con el modelo lineal tradicional «extraer, fabricar, consumir, tirar», en favor de una lógica de ciclos. El objetivo es lograr una gestión sobria y eficaz de los recursos para limitar el impacto medioambiental.
En el marco de sus colaboraciones, ADP Villes en développement abre su boletín a la Agencia Francesa de Desarrollo. La AFD publica a continuación un texto firmado conjuntamente por Hassan Mouatadid, responsable adjunto de su división de Desarrollo Urbano, Vivienda y Ordenación, junto con Jonas Byström, ingeniero principal de la división de Economía Circular del Banco Europeo de Inversiones (BEI), y Philippe Masset, director para Europa e Internacional de la ADEME, agencia para la transición ecológica.

La economía circular, una necesidad
En 2020, un informe del Panel Internacional de Recursos (IRP) preveía una duplicación progresiva de la demanda de recursos naturales (excluida el agua) de aquí a 2060, hasta alcanzar los 19 t/hab/año. La mayor parte del aumento correspondería a los materiales de construcción y los materiales industriales. Ante esta constatación, parece indispensable un cambio de modelo.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) indicaba en 2011 que un sistema lineal sostenible exigía limitar el consumo individual a entre 3 y 6 t/hab/año para 2060, lo que parece económicamente inimaginable. La ONU recomendaba así trabajar más en un uso «eficaz» de los recursos.
La extracción y la transformación de materiales y combustibles representan el 53 % de los gases de efecto invernadero (GEI) emitidos en el mundo. Los expertos afirman que el crecimiento de la demanda de materias primas de aquí a 2060 contribuirá a un aumento del 43 % de las emisiones de GEI. La extracción de recursos y su tratamiento también son responsables del 90 % de la pérdida de biodiversidad y de los recursos hídricos del planeta.
La economía circular, hacia una realidad
Si la Unión Europea define la economía circular como «un modelo de producción y consumo que consiste en compartir, reutilizar, reparar, renovar y reciclar los productos y materiales existentes durante el mayor tiempo posible para que conserven su valor», la ADEME precisa que su aplicación contribuye a «reducir el impacto sobre el medio ambiente, al tiempo que se mejora el bienestar de las personas». La agencia distingue siete pilares de acción agrupados en tres ámbitos, que en su conjunto forman un ciclo, y cada etapa da lugar a la siguiente.
El abastecimiento sostenible pone de relieve la responsabilidad de los productores con respecto a los materiales que utilizan. Por ejemplo, la aplicación digital Phenix lucha contra el desperdicio alimentario mediante la reventa de los productos no vendidos.
El ecodiseño pretende ofrecer productos, servicios o procesos teniendo en cuenta su impacto, desde su creación hasta su eliminación. Por ejemplo, CINE fabrica un producto de limpieza doméstico que contiene menos sustancias ecotóxicas y es más biodegradable.
La ecología industrial y territorial crea cadenas de interdependencia entre las entidades económicas de producción para optimizar los flujos de recursos. Por ejemplo, la «red ecológica» de las empresas Biotop y otros 162 socios públicos y privados ponen en común sus necesidades y sus residuos, en particular valorizando los restos de PVC o las bolsas de café o reutilizando los big bags.
La economía de la funcionalidad favorece la venta de un servicio o el alquiler de un producto mantenido en lugar de la venta de un producto como tal. De este modo, el cliente puede disfrutar de un bien sin ser propietario del mismo. Por ejemplo, Forézienne MFLS fabrica herramientas de corte para el trabajo mecánico de la madera, alquila sus aparatos y se encarga de su mantenimiento. Para que sea económicamente viable, se ha aumentado la vida útil de los aparatos en un 20 %.
El consumo responsable compromete a cada individuo a tomar decisiones de consumo que tengan en cuenta el ciclo de vida de los bienes y servicios. Por ejemplo, evaluar y comparar en función de las etiquetas e índices; dar prioridad a los productos con una vida útil más larga, aunque sean más caros, son algunos de los principios fundamentales.
La prolongación de la vida útil fomenta el recurso a la reparación, la donación o la venta en lugar del desecho. Por ejemplo, Envie recupera material paramédico para repararlo y donarlo o venderlo a bajo precio a personas con dificultades.
El reciclaje solo debe aplicarse a la parte no reutilizable del material. Aunque es el pilar más común, debe ser el último eslabón de la cadena para optimizar el impacto del modelo circular.
La economía circular y la ciudad sostenible
La economía circular parece, en muchos aspectos, un enfoque pertinente y coherente para los retos de la «ciudad sostenible». Es el núcleo de la estrategia de intervención en el ámbito del desarrollo urbano de las instituciones financieras internacionales, entre ellas la AFD y el BEI.
La economía circular es una respuesta indispensable al importante crecimiento del consumo mundial de recursos, del cual el 70 % se consume en las ciudades y por las ciudades. Además, las ciudades pueden ser la cuna del desarrollo de modelos circulares. Para 2030, el 60 % de la población mundial vivirá en ciudades. Y la creciente urbanización debería facilitar el desarrollo de estos modelos.
Asimismo, la economía circular desempeña un nuevo papel en la gestión de residuos y el reciclaje, buscando la eficiencia de la economía de los recursos: alargar la vida útil de los productos, darles una segunda vida, optimizar el uso de las materias primas, etc. Este enfoque permite limitar la producción de residuos y optimizar su gestión, que supone una carga muy importante para el presupuesto de las colectividades, especialmente en los países en desarrollo.
Factores de cambio
Los retos y factores que contribuyen a la implementación de una economía circular son tanto técnicos como políticos, económicos, sociológicos y humanos. Los factores sociológicos y humanos son los más complejos de activar. Requieren imaginar hábitos diferentes sin que el consumidor o el productor lo consideren un retroceso. Se trata más bien de aceptar limitaciones individuales en beneficio del colectivo, redefinir las necesidades, adaptar el consumo en consecuencia y dejar de vincular el consumo con la propiedad.
Este complejo paradigma exige revisar las formas de hacer, producir y actuar a varios niveles en favor de los bienes comunes ambientales, económicos y sociales. Los valores comunes están, por tanto, destinados a evolucionar, lo que implica, en particular, cambios importantes en el mundo del trabajo. El acompañamiento al cambio y la sensibilización de los responsables políticos, los productores, los vendedores y los consumidores se convierten, por tanto, en un elemento clave para la apropiación de este nuevo marco.