Hacer Territorio : cultivar la felicidad local

novembre 2024

Association Nationale des Pôles territoriaux et des Pays (ANPP - Territoires de projet)

«¿Y si empezáramos por fin a soñar? Soñar con políticas públicas destinadas a favorecer la felicidad de las poblaciones y no sólo a alcanzar objetivos de rendimiento. ¿Qué mejor respuesta podríamos dar a los franceses, que manifiestan una ansiedad creciente y un bienestar colectivo fluctuante, que iniciar una nueva dinámica colectiva? En estos términos, Stéphane Delautrette, Presidente de la ANPP - Territoires de projet, desea abrir el debate sobre el tema de la felicidad local, como nueva clave para entender la elaboración de las políticas públicas del mañana.

À télécharger : vademecum-anpp-bonheur-local.pdf (520 Kio), stiglitz-sen-fitoussi.pdf (80 Kio)

La felicidad local: ¿en términos concretos?

Confirmado por numerosos estudios económicos, demográficos y sociológicos, el principio de que «el dinero no puede comprar la felicidad» no parece haber calado todavía en la mente de todos. La medición de la felicidad de las personas se aborda todavía con demasiada frecuencia utilizando únicamente criterios económicos, como el PIB, la renta o el sacrosanto «poder adquisitivo»… Estos criterios no lo hacen todo.

Cambiar la mirada sobre el desarrollo

Más allá de una reproducción del pensamiento ligado a nuestra historia y a nuestro sistema económico, que tiende a considerar que el desarrollo de nuestro territorio (el entorno que consideramos «nuestro») está ligado únicamente a su crecimiento económico, a menudo parece más sencillo medir elementos fácticos para obtener respuestas consideradas «objetivas» a una noción que a menudo (y erróneamente) se considera exclusivamente subjetiva. La felicidad es variable y multidimensional Existen, sin embargo, indicadores válidos y probados para medir el estado de bienestar y la felicidad de los individuos, basados no sólo en datos económicos, monetarios o principalmente cuantitativos, sino también en datos cualitativos, extraídos de las percepciones de los individuos, teniendo en cuenta su variabilidad en el tiempo y permitiendo así medir el impacto de los acontecimientos individuales/colectivos o de la coyuntura económica en la felicidad de los franceses.

El Tableau de bord du bien-être des Français, elaborado trimestralmente por CEPREMAP desde junio de 2016 a través de la encuesta mensual de hogares del INSEE, realiza un seguimiento periódico del estado de realización de las personas preguntándoles por las principales dimensiones que determinan su bienestar.

Estas dimensiones, que se enumeraron en 2008 en el marco del informe de la Comisión para la Medición del Desempeño Económico y el Progreso Social (conocido como Informe Stiglitz), no tienen una jerarquía específica y deben considerarse (tanto en términos de cómo se logran como de cómo se miden) de manera concomitante y sistémica:

1. Condiciones materiales de vida (renta, consumo y riqueza)

2. Salud

3. Educación

4. Actividades personales, incluido el trabajo

5. Participación política y gobernanza

6. Vínculos y relaciones sociales

7. El medio ambiente (presente y futuro)

8. 9. Seguridad (económica y física)

La felicidad, una herramienta «seria» para orientar las políticas

El bienestar se define como el conjunto de oportunidades de que dispone cada persona para satisfacer sus necesidades materiales e inmateriales, desarrollarse plenamente como ser humano y poder llevar a cabo un proyecto colectivo que contribuya a la convivencia.

En este contexto, el papel de los poderes públicos (y de la sociedad en su conjunto) es fomentar la ampliación de estas oportunidades para las personas en once ámbitos.

Para hacer operativo el concepto de bienestar en las políticas públicas, la OCDE también ha definido un marco común para medir y mejorar el bienestar, incorporando estas áreas clave e instrumentos de medición desde una doble perspectiva: conocer el estado del bienestar actual de las personas y tomar medidas para mejorarlo; e identificar y medir los recursos necesarios para el bienestar futuro.

Felicidad local: ¿la escala adecuada?

¿Somos más felices en el sur que en el norte? ¿En el campo que en la ciudad? ¿En Francia que en otros lugares? Concretamente, ¿son algunas regiones o países más propicios que otros para la realización personal?

¡Vamos todos a Finlandia!

En 2024, Finlandia ocupa el primer lugar en el Informe Mundial sobre la Felicidad y Francia el vigésimo séptimo. Si nos centramos en las generaciones más jóvenes (menores de 30 años), Francia cae hasta el cuadragésimo octavo puesto, a pesar de que los grupos de edad más jóvenes suelen ser los más felices (un fenómeno nacional que también se observa en Canadá, Estados Unidos y Alemania). De ahí a pensar que nuestra calidad de vida es inferior a la de otros países sólo hay un paso… Sin embargo, los criterios medidos para elaborar esta clasificación (renta, PIB per cápita, esperanza de vida con buena salud, apoyo social, libertad en las opciones vitales, generosidad y ausencia de corrupción) nos recuerdan que la felicidad de las personas depende más de un entorno institucional y humano fiable, impulsado por valores morales y humanistas (confianza en los demás y en el futuro, solidaridad, generosidad, probidad, respeto, etc.) que de aspectos materiales o geográficos. ) que en aspectos materiales o geográficos. Así pues, la respuesta no está en la zona en sí, sino en el funcionamiento de su comunidad de habitantes.

«La miseria sería menos dolorosa al sol», ¿mito o realidad?

A pesar del heliotropismo de algunos de nuestros conciudadanos, en Francia no somos más felices en las regiones soleadas que en las consideradas menos expuestas, y no somos necesariamente más infelices en la ciudad que en el campo, a pesar de las creencias populares bien asentadas.

También en este caso, los estudios6 demuestran que la región y sus comodidades no son los únicos factores responsables de la felicidad o la infelicidad de las personas. La satisfacción personal con la propia vida (el sentimiento de haber elegido la propia vida, la satisfacción con el propio equilibrio vital, la propia vida social, el sentimiento de apoyo moral y material por parte del entorno, o la forma en que uno ve su carrera personal en comparación con la de sus padres, etc.), así como la capacidad de elegir la propia región, de instalarse en ella, de permanecer en ella o de marcharse libremente, también condicionan la percepción que uno tiene de ella. Una medida de la felicidad local que no tuviera en cuenta estos factores de bienestar subjetivo no reflejaría una imagen fiel de la realidad.

La región como nivel de cohesión social, confianza y un «hogar lejos del hogar» seguro

Sobre la base de estas observaciones, es innegable que el nivel local desempeña un papel clave en la felicidad de sus ciudadanos, ya que es en este nivel donde se dan dos de las condiciones más importantes para la realización personal:

También es a esta escala donde generalmente estamos mejor situados, individual y colectivamente, para determinar lo que constituye nuestro capital común (natural, económico, humano y social), y las medidas que deseamos adoptar para preservarlo, hacerlo crecer y garantizar su sostenibilidad para las generaciones futuras.

Felicidad local: ¿somos todos responsables?

La historia de nuestro país, su centralización y su sistema de protección social han construido y configurado Francia como un Estado del bienestar. Nos hemos acostumbrado tanto a ello que hemos olvidado que, como reza el artículo 1 de la Constitución de 1793: «El fin de la sociedad es la felicidad común» y que, por tanto, corresponde a los individuos que la componen, y no sólo a las instituciones en torno a las que se estructura, aportar su granito de arena para contribuir a la felicidad colectiva.

La participación ciudadana está en el centro del proceso

La participación ciudadana es la condición sine qua non para medir la felicidad local o iniciar un proceso de reflexión al respecto. Además de evaluar el grado de realización, se trata también de comprender en qué se basa el bienestar de los individuos y de una comunidad, de identificar colectivamente los riesgos y las oportunidades susceptibles de influir en estos factores de felicidad y de determinar juntos cuáles son las prioridades de acción.

A diferencia de los enfoques «tradicionales» del desarrollo local, la atención ya no se centra únicamente en los retos que la zona podría asumir para garantizar su crecimiento y seguir siendo «competitiva», sino más bien en los «activos» resultantes de la combinación de la zona (sus comodidades) y su comunidad (sus valores y cómo los mantiene), que constituyen un capital que hay que preservar para el bienestar actual y futuro de todos.

Los alcaldes y cargos electos locales son ciudadanos como los demás

En la construcción de un proyecto regional basado en la felicidad colectiva, es importante que los representantes electos puedan ocupar su lugar como miembros de la comunidad, sentarse de nuevo a la mesa de debate y expresar o escuchar, del mismo modo que sus conciudadanos, lo que constituye el patrimonio común y los fundamentos mismos de la felicidad local.

La crisis sanitaria vinculada al COVID-19 situó a estos mismos concejales en primera línea frente a la pandemia, aportando la organización administrativa, médica y social y la gestión de la emergencia. Si bien las expectativas de los ciudadanos con respecto a ellos ya habían aumentado considerablemente en la última década, el resultado de este periodo es una sensación desmesurada de que el alcalde de una autoridad local tiene el poder de cambiar el mundo, ¡y que es su responsabilidad hacerlo!

La urgente necesidad de reconstruir la gobernanza local

En 2023, 513 alcaldes dimitían cada año. Entre la falta de confianza, las agresiones verbales, los actos de violencia, la desvinculación del Estado, el peso de la carga administrativa ligada al aumento de la legislación y la tendencia de los ciudadanos a convertirse en «consumidores de servicios públicos», los alcaldes están agotados y tiran la toalla.

Ante esta preocupante situación, se hace imprescindible recuperar el equilibrio y los medios para volver a compartir las responsabilidades sociales, lo que «signi􀀁 e significa aceptar la responsabilidad de la situación de los demás así como la de la propia situación» y, por extensión, aceptar la responsabilidad de la propia felicidad así como la de los demás.

Sin pecar de optimismo ni de ingenuidad, plantear a sus conciudadanos la pregunta «¿Qué le hace (o le haría más) feliz de vivir en nuestra zona?» es el primer paso para (re)movilizar juntos a los representantes electos y a los residentes y cambiar la forma en que se conciben las políticas locales, sobre todo porque no es seguro que la respuesta mayoritaria sea espontáneamente «más servicios o equipamientos públicos».

Références

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