PAP 63: Trajectoire Zan
transformar la periferia de nuestras ciudades en archipiélagos
Bertrand Folléa, diciembre 2022
Le Collectif Paysages de l’Après-Pétrole (PAP)
Preocupados por garantizar la transición energética y, más en general, la transición de nuestras sociedades hacia un desarrollo sostenible, 60 profesionales de la planificación se han unido en una asociación para promover el papel central que pueden desempeñar los enfoques paisajísticos en las políticas de ordenación del territorio. En este artículo, Bertrand Folléa, paisajista y urbanista, Grand prix national du Paysage 2016, explica su punto de vista sobre la « transición a través del paisaje » en las zonas periféricas.
Para descargar: article-63-collectif-pap_bf.pdf (18 MiB)
El único recuerdo que tengo de mi abuelo paterno es que me ofreció un caramelo vil, de un extraño color negro. Lo sacó de una pequeña lata roja y amarilla de su bolsillo. Codicioso, empecé a chuparlo. Pero la asombrosa acumulación de sabor a regaliz mentolado pronto me hizo correr al baño para escupir el horror. Había probado ZAN. Dame ZAN », « Prueba ZAN », todos eslóganes publicitarios de una época pasada. No es seguro que, retomados hoy en el tecnolenguaje del urbanismo, basten para ayudar a los cargos electos a tragarse el trago amargo de la ZAN contemporánea: la Artificialización Neta Cero 1.
Pues esta nueva ZAN expresa una firme voluntad contra la irrefrenable expansión urbana observada desde hace setenta años. Región por región, pretende reducir de aquí a 2030 el índice de artificialización de las zonas naturales, agrícolas y forestales en un 50% con respecto al consumo medido entre 2011 y 2020, hasta alcanzar el cero neto en 2050. Para esa fecha, cada hectárea de terreno artificial deberá compensarse con una hectárea de terreno renaturalizado.
Como dos tribus enfrentadas
Este principio opone dos bloques, como dos tribus enfrentadas. Por un lado, está la tribu de IU, que incluye las zonas urbanizadas y las infraestructuras vinculadas a ellas. - carreteras, aparcamientos, etc. Por otro, la tribu ENAF, que en nuestras leyes incluye las zonas naturales, agrícolas y forestales. Para describir la extensión de la zona urbana, observamos que las IU colonizan el ENAF y alteran artificialmente las superficies mediante una especie de política de tierra quemada. En diez minutos, cuando terminen de leer esto, las UI habrán conquistado 12.000 m2 de ENAF, el equivalente a 2,5 campos de fútbol. Así que movilizamos a un súper árbitro, ZAN, para que intervenga y resuelva el asunto en 2050, con el objetivo de lograr un empate. Pero, ¿es tan binaria la situación? Si hablamos de suelo -y no sólo de tierra- y de sustrato -y no sólo de superficie-, la oposición entre UI y ENA no se sostiene: desde hace setenta años, el suelo está degradado tanto por la urbanización como por la agricultura e incluso la silvicultura. La expansión urbana lo esteriliza; también la agricultura intensiva, al reducirlo a un soporte limpiado por pesticidas y alimentado por el esparcimiento de abonos procedentes de la industria química; y la silvicultura intensiva lo acidifica mediante masas monoespecíficas de coníferas 2. En su doble sentido horizontal (espacio, tierra) y vertical (sustrato), el suelo es esterilizado tanto por las UI como por las NFU. Ante esta situación, el sentido de la acción pública es preservar, recrear o buscar por doquier las condiciones de un suelo fértil. Al esterilizar nuestros suelos, al artificializar el paisaje, nuestro entorno vital, el gran sistema que cohesiona urbanización, infraestructuras, agricultura, bosques y espacios naturales se ve perturbado. Innumerables ejemplos de estas disfunciones muestran la estrecha imbricación de las UI y las ENAF en nuestras prácticas urbanísticas: la degradación de los accesos a las ciudades; la desvitalización de los centros urbanos; la banalización de los espacios habitados o trabajados -en forma de urbanizaciones estandarizadas o de parques empresariales diseminados por kilómetros-; la dependencia del automóvil privado y del camión; la erradicación de setos y árboles debido a la reparcelación o a su pérdida de valor económico; el vuelco de los prados; la extensión de monocultivos a escala industrial; la erosión del suelo por escorrentía; el carácter anormalmente destructivo e incluso mortal de las inundaciones; la comida basura; la contaminación del suelo, el agua y el aire; el agotamiento de aves, insectos y peces; y, recientemente, la alteración del clima, que ha provocado el calentamiento global, así como fenómenos extremos (sequías, olas de calor, incendios, etc.) y crisis sanitarias. ) y crisis sanitarias. Vivimos en un subsistema artificial que es problemático, costoso de mantener y, en realidad, insostenible.
Cambiar la energía
¿De qué está enfermo nuestro sistema-paisaje? Una dependencia de una droga dura, poco visible como tal, pero consumida masivamente por IUs y NESTs durante décadas: la energía fósil y no renovable. El petróleo, el carbón, el gas y el uranio son sustancias legales de fantástica potencia, eficiencia y conveniencia. Las consumimos en cantidades astronómicas3. Son estos volúmenes desmesurados los que han creado todos estos desequilibrios. No hay expansión urbana -con la consiguiente desvitalización de los centros urbanos y de los pueblos- sin el uso masivo de petróleo que permite vivir lejos del lugar de trabajo y de los servicios. No puede haber agricultura intensiva sin un enorme consumo de gas para producir los insumos. No puede haber cambio climático sin quemar enormes cantidades de carbón, que emite gases de efecto invernadero. Menos guerras sin nuestra dependencia patológica de los combustibles fósiles, cada vez más escasos, que tensan las relaciones internacionales, hacen que los conflictos sean anormalmente largos y provocan destrucciones masivas.
Todo está relacionado. Hay que decirlo abiertamente, aunque suene a caricatura: el combustible fósil es la causa del trastorno de nuestro sistema-paisaje. Hay una razón global de nuestros problemas; y esto quizá sea una buena noticia, porque abordando esta causa se superarán muchas de estas dificultades. Los objetivos políticos están claros: la transición energética es la madre de todas las batallas.
Cambiar el paisaje
El paisaje está en el centro de este desafío porque se encuentra en la encrucijada de los ámbitos sectoriales de la planificación, todos ellos concernidos por la transición energética, ecológica, social y económica a la que deben contribuir. Para cada uno de ellos, hacer realidad la transición significa contribuir a un objetivo común: el de dar forma no sólo a un entorno habitable, sino a un paisaje post-petróleo deseable. Porque debemos transformar nuestro entorno vital -el funcionamiento de nuestro entorno físico, incluido el gran ciclo en el que los suelos desempeñan un papel ecosistémico clave-, pero también nuestros estilos de vida. Tenemos que cambiar nuestra relación con la energía en calidad y cantidad, y por tanto nuestra relación con el espacio y el tiempo, es decir, cambiar nuestra relación sensible con el mundo, la definición misma de paisaje. En otras palabras: cambiar el paisaje.
Otro urbanismo
Frente a las tendencias seguidas o iniciadas por el urbanismo en los últimos setenta años, la revelación de los suelos y los paisajes como matrices de desarrollo constituye un urbanismo de ruptura que denominamos enfoque paisajístico 4. Este enfoque abre una narrativa territorial renovada. En efecto, la atención al paisaje da lugar a un urbanismo hueco e invertido al dejar de considerar el espacio no edificado como un vacío que hay que urbanizar y, por el contrario, al mostrarlo lleno de espacio, horizonte, vida, producción, almacenamiento de carbono, usos, intercambios y relaciones con su contexto. Puede que sea necesario urbanizar este espacio, pero tal vez no, o no del todo: depende del proyecto de paisaje que pretendamos, de las relaciones que queramos establecer entre lo urbanizado, lo urbanizable y lo no urbanizable. En un plan de paisaje urbano, lo no construido es lo que se dibuja primero, en color. La atención al suelo, en cambio, genera un urbanismo desde abajo y como invertido, donde lo de abajo explicará, dará cuenta y autorizará lo de arriba. Por eso es importante levantar los edificios, las casas, los aparcamientos, los edificios comerciales, las plazas, los campos, los viñedos y los bosques para mirar lo que hay debajo. Mostrar los suelos, su naturaleza y diversidad; explicar su organización precisa; explicar cómo funcionan en el ciclo de la vida; revelar su importancia para la cadena trófica, la agroecología, el agua, el aire (intercambio gaseoso y almacenamiento de carbono, desnitrificación), los paisajes y todos los servicios ecosistémicos que prestan cuando están en buen estado.
La figura del archipiélago
¿A qué forma da lugar este nuevo tipo de urbanismo, invertido y al revés? ¿Qué aspecto tiene el paisaje de transición? Desde hace treinta años, la figura del urbanismo de transición es para mí el archipiélago. El mar es la figura metafórica y el elemento primordial. Aplicada a la ordenación del territorio, esta continuidad puede ser, según la geografía del lugar: un mar de viñas, un océano de trigo, un horizonte forestal, una extensión de pastos o lagos, un brazo de río, etc. Tiene un espesor, una profundidad y un volumen, precisamente los de nuestro suelo-sustrato. No es un vacío, es el mar nutricio y vital, protegido como recurso estratégico. El mar es también lo que conecta y une a las personas; por él circulamos. Por eso alberga infraestructuras de desplazamiento. Es también la zona sin habitación humana, que alberga algunas islas de estructuras o equipamientos industriales en riesgo que requieren aislamiento, por ejemplo una fábrica. El mar no es por tanto el único dominio de la ENAF, las UI también tienen allí su lugar, definido con mucha precisión. Las islas que salpican la cadena alimentaria representan ciudades y pueblos. El mar, agrícola, natural y forestal, las separa y garantiza su identificación e integridad. La urbanización no dibuja continentes, las dimensiones y formas que adopta están controladas para que la proximidad al mar sea una realidad sensible y no una abstracción. Tampoco se extiende por las penínsulas: no hay calles de pueblo lineales transformadas en vías urbanas tendidas de punta a punta. Al igual que el mar no es dominio exclusivo de las ENAF, las islas no son dominio exclusivo de las UI. Las ENAF tienen derecho a estar allí porque el mar penetra a través de ensenadas, puede encontrarse en el interior en pequeños espacios o parques lineales, jardines, corredores verdes, plazas y calles sombreadas.
El tercer componente de nuestro archipiélago son las costas, que desempeñan un papel crucial. Entre el mar y las islas no existe la « nada » de la línea abstracta que separa la zona U o AU de la zona A o N en un documento urbanístico. Las orillas de nuestras ciudades y pueblos han estado formadas durante mucho tiempo por huertos, jardines y huertas: lugares de producción intensiva y hábil, lo más cerca posible de las zonas de consumo. El trazado estaba finamente organizado. Hoy en día, estos espacios deben convertirse en los de la agricultura urbana o periurbana contemporánea, pero también en los de las instalaciones de interfaz, como las balsas de gestión de aguas pluviales, las depuradoras de aguas residuales, las unidades de producción de energías renovables, las zonas deportivas y de ocio locales, los parques de paseo y de juegos, todo ello hibridado para evitar el síndrome de la instalación monofuncional encerrada en sí misma. Este espacio de conexión e intercambio es tan importante en el mundo horizontal visible como el suelo lo es en el mundo vertical invisible.
El territorio archipiélago es, pues, la figura del paisaje de transición. Las relaciones entre las UI y las ENAF se establecen en un único sistema metabólico y cíclico en tres dimensiones: dos constituyen las superficies en longitud y anchura, la tercera es el espesor de la zona crítica 5.
Los suelos y los paisajes son menos valiosos que los edificios, las casas o los edificios empresariales, menos visibles que una sala de fiestas o un estadio. Pero los suelos y los paisajes tienen un valor incalculable en términos de servicios ecosistémicos y metabólicos, así como de atractivo y bienestar físico y psicológico para los seres humanos. Tales funciones son especialmente cruciales en este periodo de transición ecológica, en el que es importante transformar nuestros entornos vitales y estilos de vida para que sean sobrios, descarbonizados, resilientes, vivos y deseables. Son bienes comunes. Como claves de la transición, podemos situarlos colectivamente por encima de intereses particulares y sectoriales. Nos falta conocerlos, reconocerlos y valorarlos para que constituyan la base de la ciudad, los territorios y los entornos de vida en transición.
ZAN y archipiélago
Volvamos a nuestra bonanza urbanística. El objetivo ZAN que propone la ley no actúa sobre todo el paisaje del archipiélago, ya que no considera que los espacios agrarios puedan entrar en la ecuación de la desartificialización, ni como objetivo ni como medio. Habrá que inventar otras siglas y normativas para que los cultivos entren en una agro-silvo-ecología que regenere suelos y entornos no construidos. Debido a esta restricción en el uso de los conceptos de artificialización y suelo, la ZAN pierde la oportunidad de disponer de una herramienta para la renaturalización de los paisajes en su conjunto, articulando la UI y la ENAF en el objetivo sintético de un archipiélago.
ZAN y los centros
Si la ZAN abandona a su suerte el gran mar de la ENAF, ¿cómo actuará sobre las ciudades y pueblos insulares de las UI y sus riberas? Para dar cabida a la necesidad de viviendas, actividades y equipamientos, el suelo urbanizado deberá transformarse de forma cada vez más imperativa, ya que queda poco espacio por desarticular para compensar las ampliaciones. No todo este suelo está hecho del mismo hormigón. Es fácil distinguir entre los tejidos urbanos densos y compactos anteriores al petróleo y los impregnados de energía fósil, más distendidos. Los primeros son los centros urbanos, los pueblos y los antiguos suburbios. Los segundos, construidos en los últimos setenta años, son las vastas extensiones de urbanizaciones, parques empresariales, carreteras y aparcamientos conocidos como la « Francia fea ». No soñemos con la hiperdensificación de esta primera categoría. Herederos casi todos ellos de las estructuras urbanas de la era prepetrolera, los centros de las ciudades y pueblos son ahorradores de suelo. No es necesario trastornar este patrimonio edificado, a menudo patrimonial, en nombre de una densificación imperativa, sino más bien comprometerse en la recuperación de la cohorte de viviendas vacías (cerca de tres millones en los centros urbanos de Francia) y de comercios vacíos mediante adaptaciones quirúrgicas de un tejido urbano y arquitectónico delicado, no siempre adaptado a las necesidades contemporáneas. En lugar de ver cómo se rellenan sistemáticamente sus « espacios huecos » y baldíos, estos antiguos centros urbanos necesitan que se les tejan continuidades paisajísticas y ecológicas mediante paseos y vías peatonales y ciclistas, así como pantallas verdes y azules que ofrezcan una naturaleza próxima a los habitantes y permitan atemperar las olas de calor refrescando las plantaciones. Esta riqueza renovada de la naturaleza hará que la densidad de los centros vuelva a ser atractiva y deseable. Esta recuperación de la naturaleza urbana y de los pueblos deberá sin duda sopesarse con la desartificialización para favorecerla. Sin haber esperado a la ZAN, los documentos de urbanismo ya trabajan en ello mediante la introducción de coeficientes para los espacios abiertos, las marquesinas y la vegetación, y a través de directrices de ordenación y programación (OAP) específicas. Las reflexiones derivadas de los programas « Action Coeur de Ville » y « Small Towns of Tomorrow » conducen a menudo a la paradoja de que la intensificación de los centros urbanos y su atractivo renovado requieren su desdensificación y renaturalización.
Red cero
¿Qué aporta la ZAN a las herramientas ya disponibles? El objetivo 2030 pretende reducir a la mitad el índice de artificialización en menos de diez años. Plantea interrogantes sobre la definición de los términos, los instrumentos para medir la artificialización y la escala de su aplicación, pero al menos es claro, y por tanto un incentivo. ¿Y qué pasa con Net Zero en 2050? Aquí es donde radica el problema. El objetivo Cero Neto se impone de golpe y tiene el efecto de un justiciero enmascarado que firma con la punta de su espada: menos heroico, el Neto parece bastante ambiguo. En la estela de la doctrina ERC (evitar, reducir, compensar), la introducción de un principio de compensación plantea varios problemas. ¿Por qué la renaturalización daría derecho a construir por otro lado? Convertirlo en moneda de cambio abre la puerta a tantos proyectos coartada, que serán cada vez más absurdos a medida que esta moneda escasee. ¿Por qué renaturalizar en Creuse cuando artificializamos en los Pirineos Atlánticos (o viceversa), con el pretexto de que estos dos departamentos están situados en la misma región, regidos por el mismo SRADDET? Una lógica tan puramente contable no tiene ninguna posibilidad de garantizar un paisaje de calidad ni a los creusos ni a los vascos. El mismo razonamiento se aplica a la escala de un SCOT o de un PLUi. ¿Y cómo se realizará esta compensación? ¿Quién pagará la renaturalización? ¿Comprará el promotor el derecho a construir en terrenos agrícolas del municipio A (como Artifice) y pagará la renaturalización de los terrenos del municipio R? ¿Plantará árboles el municipio Z en sus prados y en sus vistas urbanas para reclamar el derecho a urbanizar tal o cual pasto de vacas como resultado de esta renaturalización? En el febril mercado del suelo, los baldíos urbanos, periurbanos o industriales tenderán entonces a convertirse en el valor especulativo por excelencia, amasado por los más listos (promotores, bancos, compañías de seguros, usted, yo…) porque son universalmente codiciados, ya sea para ser urbanizados sin gravar el derecho a artificializar, o renaturalizados para abrir derechos de artificialización, o para alojar paneles fotovoltaicos que no hemos podido poner en los tejados. Y al final, es tan caro que no se hará nada con él. En realidad, es el proyecto paisajístico, específico de un lugar dado y de su carácter, con su dimensión sensible ligada a los usos y percepciones, el que debe definir los felices maridajes entre UI y ENAF y el equilibrio deseable entre artificialización y renaturalización; con, para guiarlos, objetivos de proporciones contabilizados en los documentos urbanísticos y coeficientes como los mencionados anteriormente. Nada que ver con una doctrina de compensaciones cuya ineficacia en términos de biodiversidad y suelo agrícola se viene constatando desde hace décadas. En otras palabras, y resumiendo: proporciones sí, compensaciones no.
ZAN y la urbanización del petróleo
En esta lógica de proyecto paisajístico, ¿cómo intentar orientar la ZAN de la mejor manera posible ya que está inscrita en la ley? La ZAN no debe dirigirse prioritariamente a los centros históricos y a los pueblos, sino que debe concentrarse en la segunda categoría de IU, las periferias que se extienden a su alrededor, esas inmensas áreas construidas en favor de la industria petrolera en vastas zonas monofuncionales que sólo se mezclan a escala del automóvil. Es en esta emulsión generalizada de la urbanización difusa reciente donde debemos concentrar nuestros esfuerzos para reinventar los paisajes urbanos como un archipiélago, es decir, decantados por una división más clara entre vocaciones más urbanas o más naturales, y cosidos a su contexto agronatural por tantos bordes compuestos como orillas. El campo de acción es inmenso, en estas superficies aún adolescentes -sin personalidad bien definida- donde el equilibrio entre artificialización y renaturalización deberá encontrar su punto de equilibrio a escala de proyecto.
ZAZA
En estas inmensas periferias petrolíferas, cuya expansión debe frenarse, hay que frenar sobre todo la carrera desenfrenada de las superficies comerciales, campo en el que Francia es campeona del mundo. Nuestro país ha construido tantas superficies comerciales en los últimos veinte años como en los cuarenta anteriores. La ZAN fija un objetivo claro y ambicioso de reducción de la tasa de artificialización en un 50% de aquí a 2030, pero sin distinguir entre vivienda y actividad -sobre todo comercial-, mientras que esta última sigue ampliamente dominada por el síndrome de conquista occidental. La Ley sobre el Clima y la Resiliencia, de la que se deriva ZAN, ha fijado el umbral para la prohibición de artificializar la superficie comercial en 10.000 m2, pero el 90% de los edificios comerciales « caja de zapatos » son más pequeños. El equipo no está tirando en la misma dirección para frenar esta carrera a la baja, que mantienen tanto los minoristas como las autoridades locales en su competencia mutua. Hace falta un freno mucho más eficaz para limitar el número de ZA, que exija un delicado trabajo de renovación de nuestras periferias difusas existentes y, al mismo tiempo, de nuestras centralidades desvitalizadas: una ZAZA, si nos gustan las siglas, para la artificialización cero de las zonas de actividad, especialmente las comerciales.
5P
Para remediar las deficiencias de la urbanización distendida del petróleo, es importante combinar dos principios opuestos y complementarios. Por un lado, hay que artificializar, intensificar y « urbanizar » estos espacios mediante la creación de núcleos urbanos secundarios, la reubicación de servicios, comercios y empleos, el aumento progresivo de la altura de los edificios residenciales, la densificación de los parques empresariales, la movilidad activa y compartida y el transporte público, y la creación de bordes urbanos con las zonas agrícolas y naturales vecinas que seguirán existiendo. Por otro lado, deben desartificializarse preservando islas de patrimonio natural o paisajístico identificadas como interesantes 6, pero también deconstruyendo edificios o barrios sobredimensionados situados en zonas de alto riesgo, y recuperando espacios de respiro, rupturas de urbanización y continuidades ecológicas combinando espacios públicos, redes verdes y azules, circulaciones suaves y perspectivas 7. Esta combinación de artificialización y renaturalización sólo puede ser armoniosa en el marco de un 5P (plan de paisaje periurbano post-petróleo), que dibujará en un mismo proyecto la trama paisajística de las superficies a recuperar -el marco constitutivo del paisaje a recomponer-, y aquellos puntos de intensificación urbana a planificar.
Archipelagizar nuestras periferias
Una pequeña parte de la urbanización periférica está siendo remodelada como resultado de la política que la ANRU está llevando a cabo en los barrios más vulnerables y con dificultades sociales. Sin embargo, enormes áreas de urbanizaciones, parques empresariales y urbanizaciones lineales permanecen bajo el radar de las políticas públicas de urbanismo, no formando parte de ninguna operación etiquetada como ANRU, PVD, ACV, PNRQAD o PIA. Aquí es donde debe aterrizar la trayectoria de la ZAN. Debemos remodelar nuestras periferias para transformarlas en archipiélagos que combinen centralidades y nuevos tipos de espacios naturales, todos ellos vivos y fértiles. Por tanto, debemos poner en marcha verdaderos proyectos de recuperación del paisaje de la urbanización difusa, reciclando los paisajes urbanizados del petróleo en paisajes urbanos sobrios, descarbonizados y resilientes. La ZAN, como hemos comprendido, no bastará para tal Plan Marshall. Su lógica de compensación roza la mistificación. Será necesario, mucho más allá, invertir un sistema fiscal que actualmente favorece la expansión urbana 8. Y del mismo modo que el agua tiene sus agencias, los recursos humanos y financieros deben desplegarse por el bien común de la tierra y los paisajes que hay que reconstruir. Por último, más allá de la ZAN, no hay que olvidar el mar de ENAF que atraviesan los agricultores, para que recupere su fertilidad y pueda acoger también las escasas islas de IU destinadas a una reindustrialización arriesgada o a actividades altamente nocivas.
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1 Tras la publicación de los decretos de aplicación de 29 de abril de 2022, la Asociación de Alcaldes de Francia presentó un recurso ante el Consejo de Estado el 22 de junio contra dos decretos de aplicación.
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2 El fenómeno de la artificialización de los bosques no es masivo en Francia porque se ve frenado por la extrema fragmentación de los terrenos privados, que se mantienen en gran parte sin gestionar.
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3 En « L’Imagier Paysage et Energie », publicado por la Cátedra Paisaje y Energía en septiembre de 2022, propongo cifras de consumo relacionándolas con la persona o con el segundo para tener órdenes de magnitud más fáciles de percibir. Este libro de imágenes es accesible en Internet desde esta página: presse.ademe.fr/2022/09/levolution-des-paysages-en-france-dhier-a-2050-quelle-place-pour-lenergie.html
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4 Leer en particular « L’Archipel des métamorphoses - la transition par le paysage », Bertrand Folléa, éditions Parenthèses, 2019. Véanse también las actas del seminario de Biscarrosse 2021 de la APCE (Association des paysagistes-conseils de l’Etat) publicadas en septiembre de 2022, el Llamamiento al Buen Gobierno firmado conjuntamente por PAP, APCE, FFP, FNCAUE, FPNRF, FNAU, RGSF en marzo de 2022.
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5 Según OZCAR-IR (Observatorios, Aplicaciones e Investigación de la Zona Crítica), la Zona Crítica es la película más externa del planeta Tierra, la que es sede de las interacciones químicas entre el aire, el agua y las rocas. Es un medio poroso resultante de la transformación de los minerales en contacto con el oxígeno, el CO2 y el agua de la superficie terrestre. Es la sede de la vida y el hábitat de la especie humana. Por tanto, es crítico en un sentido físico porque es una de las interfaces del planeta, pero también porque es donde cultivamos la tierra, donde se forman y evolucionan los recursos hídricos y del suelo, y donde almacenamos nuestros residuos.
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6 ZAN lo hace posible distinguiendo entre espacios artificiales y no artificiales en la misma zona U. Esto permite evitar una densificación indiscriminada y abusiva en detrimento de un patrimonio paisajístico y natural reconocido (parque, jardín, corazón de manzana, etc.). Por otra parte, en el decreto nº 2022-763 de 29 de abril de 2022, la clasificación de las zonas de césped (praderas, prados o prados) como espacios artificiales puede tener el efecto perverso de invitar a plantarlos con árboles para considerarlos como espacios renaturalizados, lo que no tiene necesariamente sentido, en particular en un entorno urbano en el que los espacios abiertos pueden ser valiosos en términos de vistas y de respiro, así como de entornos para la biodiversidad
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7 Parques, agricultura urbana, zonas deportivas y de ocio, reservas naturales urbanas y las hibridaciones que pueden producirse en ellos.
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8 Impuesto sobre bienes inmuebles, contribución económica territorial (CET), por ejemplo.
Referencias
Para ir más allá
B. Folléa : L’Archipel des Métamorphoses – la transition par le paysage, Editions Parenthèses (mayo 2019) (francés)