Iluminar la ciudad o proteger la biodiversidad: un falso dilema?
Léa Tardieu, Chloé Beaudet, Léa Mariton, Maia David, junio 2025
La contaminación lumínica tiene numerosos efectos nocivos. Amenaza la biodiversidad, la salud humana e incluso las observaciones astronómicas. Sin embargo, para ser eficaces, las medidas adoptadas deben ir más allá de la oposición binaria entre iluminación y apagado de las luces. El reto consiste en adaptarse a cada situación local.

La contaminación lumínica ha aumentado considerablemente en los últimos años (al menos un 49 % entre 1992 y 2017) y sigue creciendo a un ritmo alarmante (entre un 7 % y un 10 % anual). Este rápido aumento se debe a la multiplicación de las fuentes de luz artificial, consecuencia de la expansión urbana y de los cambios en el espectro luminoso de la iluminación (por ejemplo, colores más fríos que afectan más a los insectos). El efecto rebote del paso a la tecnología LED, que permite iluminar más por el mismo coste, agrava la situación al multiplicar los puntos luminosos.
Sin embargo, la luz artificial nocturna tiene numerosos efectos nocivos, ya demostrados por la comunidad científica. Afecta a la biodiversidad, a la salud humana, a la investigación astronómica e incluso, indirectamente, a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) debido al mayor consumo de energía que supone la iluminación.
El debate en torno a la iluminación se reduce hoy en día a una lógica de «todo o nada», según se quiera dar prioridad a los residentes o a la biodiversidad. Superar esta dicotomía es el objetivo del estudio que hemos publicado en Nature Cities.
Este estudio demuestra que es posible alcanzar compromisos entre la biodiversidad y la sociedad, pero que ninguna política uniforme será eficaz. Solo una política de iluminación nocturna pensada a nivel local, para cada punto de iluminación, adaptada al contexto medioambiental y social, permitirá conciliar las necesidades de unos y otros. Estas necesidades son a veces concurrentes y a veces antagónicas.
Los múltiples efectos devastadores de la contaminación lumínica
En primer lugar, en lo que respecta a la biodiversidad, la iluminación nocturna perturba una amplia gama de taxones (grupos de especies) tanto nocturnos como diurnos.
De hecho, enmascara los ciclos naturales de alternancia entre el día y la noche. La noche es el hábitat de las especies nocturnas y representa un tiempo de descanso para las especies diurnas. La noche es, en cierto modo, una cara oculta que a menudo se olvida en las políticas medioambientales.
Sin embargo, los efectos de la contaminación lumínica sobre la biodiversidad se han documentado a diferentes niveles: a escala individual (alteraciones de la fisiología, el comportamiento reproductivo, alimentario o de orientación), a escala comunitaria (impactos sobre las interacciones de competencia y depredación) e incluso a escala de los ecosistemas. Por ejemplo, afecta a los procesos de polinización, a la diversidad de las plantas o al funcionamiento de los arrecifes de coral templados y tropicales.
Pero la contaminación lumínica también supone un reto para la salud pública. Interfiere en los ritmos circadianos y en la producción de melatonina en los seres humanos, lo que afecta a los ciclos de sueño, la vigilia, los hábitos alimenticios y el metabolismo.
Además, interfiere en las observaciones astronómicas al reducir la visibilidad de las estrellas a simple vista. De una media actual de 250, podría reducirse a solo 100 en dieciocho años. Mientras que en una ciudad como Milán (Italia) solo se pueden admirar 200 estrellas, un lugar sin contaminación nos ofrece unas 2000. Esta desaparición no solo deteriora las observaciones astronómicas científicas, sino que también daña el vínculo cultural que nos une a la noche.
Por último, la iluminación asociada a la contaminación lumínica es una fuente de consumo excesivo de energía que genera emisiones de CO2. El consumo energético relacionado con la iluminación artificial representa aproximadamente 2900 teravatios hora (TWh), es decir, el 16,5 % de la producción mundial anual de electricidad y alrededor del 5 % de las emisiones de CO2. Esto convierte a este sector en un reto ineludible para cumplir los objetivos del Acuerdo de París.
Restaurar los paisajes nocturnos, un reto político
Sin embargo, la restauración de los paisajes nocturnos es posible, incluso en las grandes ciudades. No obstante, requiere voluntad política: se trata tanto de sensibilizar sobre estos retos como de tomar decisiones que no estén dictadas exclusivamente por el coste energético de la iluminación y de orientar el urbanismo hacia sistemas de iluminación más sostenibles.
Por lo tanto, son indispensables políticas ambiciosas, tanto a nivel mundial como local, para reducir y mitigar significativamente la contaminación lumínica. En algunos países, como Francia, la legislación nacional prescribe medidas y umbrales de ajuste del alumbrado público para iluminar más directamente las zonas objetivo y reducir el halo luminoso (decreto de 27 de diciembre de 2018 o la nueva propuesta de ley para la preservación del entorno nocturno).
Sin embargo, el cumplimiento de los umbrales reglamentarios en términos de temperatura de color, intensidad luminosa o extinción sigue siendo, en esta fase, a discreción de los representantes locales. La propuesta de ley prevé otorgar esta competencia a la Oficina Francesa de Biodiversidad (OFB). Esto plantea interrogantes, dadas las funciones que ya tiene a su cargo, los crecientes obstáculos con los que se encuentran sus agentes en el ejercicio de su labor y los recientes llamamientos a su supresión.
Superar las decisiones de «todo o nada»
Es evidente que no se puede ignorar que el contexto urbano supone un reto para los urbanistas. Estos deben, en potencia, arbitrar entre las preferencias de los habitantes y las necesidades de la biodiversidad.
«Potencialmente», porque la mayoría de las medidas de reducción de la contaminación lumínica son acogidas positivamente por la población. La resistencia (o la percepción de una resistencia) al cambio, ligada a razones de seguridad y cristalizada en torno a la extinción, constituye a menudo el principal obstáculo para su aplicación por parte de los representantes locales. También es el principal argumento para dar marcha atrás.
Nuestro estudio, publicado en Nature Cities, se llevó a cabo en la metrópoli de Montpellier Méditerranée (3M), que agrupa 31 municipios, 507 526 habitantes y registra el mayor crecimiento demográfico de Francia (1,8 % anual).
La contaminación lumínica que se emite en esta zona es especialmente problemática debido a su proximidad al Parque Nacional de las Cevenas, uno de los seis parques franceses catalogados como reservas internacionales de cielo estrellado (Rice).
Adaptarse localmente a las necesidades
En el estudio, desarrollamos un análisis espacial que se centra en dos aspectos:
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las necesidades de las especies en materia de reducción de la contaminación lumínica, por un lado,
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y la aceptabilidad de los habitantes ante los cambios en el alumbrado del espacio público, por otro.
Las necesidades de las especies se han evaluado a partir de imágenes satelitales multiespectrales (es decir, evaluadas en varias longitudes de onda del espectro luminoso) con una resolución espacial muy alta.
Esto permite delimitar dos dimensiones de la contaminación lumínica:
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el nivel de emisión lumínica que emite cada farola hacia arriba (la radiación),
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y el número de puntos luminosos visibles para un observador situado a 6 metros de altura, teniendo en cuenta los objetos presentes en el espacio (por ejemplo, edificios, árboles, etc.).
A continuación, a partir de los conocimientos de expertos locales y de inventarios naturalistas, predecimos la conectividad del paisaje (es decir, la capacidad de las especies para atravesar el paisaje y pasar de un hábitat a otro), con y sin contaminación lumínica, para seis grupos de especies especialmente sensibles a la contaminación lumínica o de interés para la región. En este caso se trataba de insectos dependientes de los humedales y Lampyridae, dos grupos de quirópteros (murciélagos), Rhinolophus y Myotis, un grupo de especies de anfibios Pelodytes, Pelobates y Epidalea calamita, y el chotacabras europeo (que pertenece a una familia de aves nocturnas, nota del editor).
Esto se llevó a cabo en colaboración con tres asociaciones de expertos naturalistas: la Oficina para los Insectos y su Entorno (Opie), la Liga para la Protección de las Aves (LPO) y el Grupo de Quirópteros de Languedoc-Rosellón.
Esto nos permitió, en primer lugar, clasificar los puntos de iluminación según la urgencia de reducir la contaminación lumínica para proteger la biodiversidad. A continuación, se cartografiaron las preferencias de los ciudadanos ante diferentes medidas de reducción de la contaminación lumínica (reducción de la intensidad, apagado durante diferentes periodos de la noche, cambio de color, etc.) a partir de los resultados de una amplia experiencia de elección, es decir, una encuesta en la que los individuos debían elegir, entre varios escenarios compuestos, su opción preferida. Esta encuesta se realizó entre 1148 habitantes de la metrópoli.
Por último, cruzamos las necesidades de la biodiversidad y de los ciudadanos para identificar las medidas de alumbrado público que son mutuamente beneficiosas y aquellas que requieren compromisos. Los resultados se integraron en una aplicación interactiva, SustainLight, destinada a ayudar a los responsables políticos y a los ciudadanos a explorar las diferentes situaciones posibles.
Adaptar las estrategias a cada territorio
De nuestro análisis se desprenden tres situaciones principales:
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Algunos barrios con importantes retos en materia de biodiversidad pueden beneficiarse de una rápida reducción de la contaminación lumínica con el apoyo de los habitantes.
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En otros, situados en zonas urbanas centrales con retos ecológicos moderados, algunas medidas de reducción (por ejemplo, el cambio de color, la reducción de la intensidad, el ajuste de la directividad/dirección de las luminarias para que iluminen más directamente el suelo) parecen ser mejor acogidas que los apagones.
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Por último, los barrios con importantes retos ecológicos se caracterizan por una fuerte resistencia del público a las medidas de apagado. En este caso, es posible lograr una iluminación más respetuosa con la biodiversidad adoptando las medidas mencionadas anteriormente. Esto puede ir acompañado de acciones de sensibilización para informar a los residentes sobre los múltiples efectos nocivos de la contaminación lumínica.
Nuestro trabajo confirma que, para ser eficaces en la preservación de la biodiversidad frente a la contaminación lumínica, las políticas de iluminación sostenible deben ser socialmente aceptadas y tener en cuenta las necesidades tanto de la biodiversidad como de la sociedad.
Referencias
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theconversation.com/eclairer-la-ville-ou-proteger-la-biodiversite-faux-dilemme-254904
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Léa Tardieu ; Chercheuse en économie de l’environnement, Inrae
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Chloé Beaudet ; Doctorante en économie de l’environnement, AgroParisTech – Université Paris-Saclay
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Léa Mariton ; Post-doctorante en sciences de la conservation & éco-acoustique, Muséum national d’histoire naturelle (MNHN)