La formación continua de los profesores de secundaria (Francia)
Sophie TARDY, Philippe LHERMET, André CANVEL, Vincent MAESTRACCI, Roger-François GAUTHIER, septiembre 2018
Los autores destacan los importantes cambios que ha experimentado el sistema educativo en los últimos años, así como el creciente papel de la tecnología digital en la formación y las experiencias llevadas a cabo en algunas academias, como factores que incitan a reconsiderar el actual sistema de formación profesional.
Para descargar: igen-igaenr-rapport-2018-068-formation-continue-enseignants-_second-degre-developpement-professionnel-personnel_1031056.pdf (1,1 MiB)
Resumen del informe
Este informe examina la falta de efecto de las recomendaciones de los informes anteriores sobre la formación continua del profesorado, y la situación paradójica en la que, a pesar de la demanda sostenida de los profesores y de la institución, el bajo volumen de formación sigue situando a Francia por detrás de países comparables.
Examina el período de 2013 a 2018, durante el cual los grandes cambios en el sistema educativo redibujaron los contornos de la formación continua: la publicación del marco de referencia de competencias para las profesiones de la enseñanza y la educación, la renovación de la educación prioritaria - introduciendo un sistema especial de formación de profesores - y, finalmente, el plan para el desarrollo de la tecnología digital en las escuelas dio lugar a un esfuerzo especial de formación que allanó el camino para el desarrollo de la educación a distancia, en particular la formación híbrida, y la autoformación, tanto individual como colectiva. Desde 2015, el Ministerio de Educación ha tratado de generalizar un proceso de certificación de formadores en colaboración con las ESPE, que empieza a dar sus frutos. Se están desarrollando nuevos enfoques para tener en cuenta los contextos cambiantes de la enseñanza.
El informe trata de identificar las razones de la insatisfacción de profesores, inspectores y directores de escuela. Destaca, por un lado, una brecha creciente entre los profesores que se forman mucho y bien y otros que se forman poco o incluso no reciben ninguna formación, y, por otro, la tensión cada vez mayor entre un modelo de formación dominante que se reproduce y nuevos métodos de formación en plena evolución. Parece que el panorama actual de la formación continua y la manera en que los actores que intervienen en ella están implicados en una serie de posibles evoluciones.
El Ministerio de Educación y sus principales operadores han desarrollado una oferta diversificada y de calidad. Al hacerlo, han aprendido a aprovechar mejor las capacidades de la tecnología digital, que es un ámbito muy competitivo, y han invertido en nuevos métodos de formación. Sin embargo, aunque la profusión de recursos, sistemas y operadores es una fuente de riqueza, el hecho de que estén dispersos en numerosas plataformas, organizadas de distintas maneras, no permite a los profesores utilizarlos fácilmente y dificulta su lectura.
El sistema de seguimiento y evaluación también se revela ineficaz para garantizar una dirección tanto global como local. Así, ignora las actividades de formación que no implican financiación y, en particular, descuida el desarrollo de la autoformación, posible gracias al número creciente de recursos accesibles en línea y a los sistemas de formación a distancia.
El informe propone doce recomendaciones basadas en nuevas palancas y herramientas para reequilibrar un sistema que actualmente es engorroso y difícil de gestionar, poco reactivo y esencialmente descendente y que, por último, no dispone de medios para expandirse.
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Reafirmar la responsabilidad primordial del Ministerio de Educación en la definición y aplicación de una política ambiciosa de desarrollo profesional y personal de los docentes.
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Centrar la formación en las especificidades de los profesores.
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Situar la formación lo más cerca posible del lugar de la práctica y favorecer la aparición de equipos unidos en torno a problemáticas compartidas.
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Motivar a los profesores para que emprendan una formación permanente.
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Simplificar la gestión y los procedimientos.
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Reforzar el reconocimiento de los formadores.
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Buscar los métodos de formación más adaptados a los objetivos perseguidos.
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Utilizar ingenieros de formación.
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Organizar la evaluación de la formación.
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Formar a los directivos para que apoyen el cambio.
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Facilitar el acceso de los profesores a los recursos.
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Aplicar una política de incentivos a la formación.
Fomenta así la promoción del concepto de desarrollo profesional y personal, cuyo uso en las administraciones y empresas se está generalizando, como han puesto de manifiesto las entrevistas con el Ministerio de las Fuerzas Armadas, el Ministerio de Solidaridad y Sanidad, el Centro Nacional de Funcionarios Territoriales y una gran empresa del sector bancario.
Asimismo, fomenta que las iniciativas de formación se basen principalmente en la expresión por parte de los profesores de sus necesidades, tanto colectivas como individuales. El desarrollo profesional y personal debe permitir adaptar la formación a la gran diversidad de perfiles de los profesores, así como a sus contextos de práctica, que a su vez son muy variados. Así pues, la singularidad de cada profesor debería tenerse en cuenta en mucha mayor medida que en la actualidad. La investigación y sus resultados validados internacionalmente, así como el cambio de actitud de los profesores que conlleva, deben impregnar el conjunto de la formación del profesorado.
Los objetivos y desafíos de la formación implican un cambio en la postura de los docentes orientado a convertirlos en actores de su formación y comprometidos con su propio desarrollo profesional, capaces de actualizar sus conocimientos y analizar sus prácticas en función de los contextos y públicos de enseñanza, así como de evaluarlas para adaptarlas mejor.
Las escuelas, las cuencas y las redes que los agrupan también necesitan contar con un asesoramiento más sistemático en materia de ingeniería de la formación. Es a este nivel, y sobre la base de un análisis de las necesidades, que podrían elaborarse las respuestas de formación que deben darse a los profesores. Los métodos y contenidos serían más pertinentes y la evaluación del impacto sobre la práctica profesional sería más fácil.
Las prioridades nacionales podrían definirse en una perspectiva plurianual que los rectores adaptarían a su propio contexto y prioridades para llegar finalmente a una verdadera oferta y política de formación académica que implique a todos los actores. El informe propone afinar el marco de referencia de las competencias de las profesiones de la enseñanza y la educación para tener en cuenta tanto la evolución de las competencias de los profesores a lo largo de su carrera como su contexto de enseñanza (territorios prioritarios, itinerarios profesionales, enseñanza post-bachillerato, etc.). Con el tiempo, debería servir de referencia única y sistemática para toda la formación profesional. Sobre la base de este nuevo sistema de referencia enriquecido, el Ministerio estaría mejor equipado para ofrecer trayectorias profesionales individualizadas a los profesores, orientándoles en sus opciones de desarrollo profesional.
Esta evolución implica también una revisión de las aplicaciones de gestión y la puesta en marcha de un nuevo sistema de información que integre la formación certificada y la autoformación, las acciones relativas a la cuenta personal de formación y todas las modalidades de formación como las prácticas en empresas, la movilidad en el extranjero, la participación en jurados de exámenes de contratación, etc.
El nivel nacional se beneficiaría del desarrollo de dos herramientas: un observatorio de la evolución de la profesión docente y una herramienta de dirección basada en diversas formas de evaluación y que responda a las necesidades de los tres niveles de responsabilidad, a saber, la escuela, la academia y el nivel nacional. Estos principios y herramientas podrían contribuir a que las competencias adquiridas por los profesores se tengan más en cuenta en la gestión de los recursos humanos, tanto para su asignación como para su promoción profesional. Hay que animar a los profesores a formarse por dos motivos principales: el éxito de los alumnos a su cargo y su propio desarrollo profesional y personal, ya que ambos contribuyen a mejorar la imagen de la profesión y, en consecuencia, su atractivo. Debe prestarse atención a los primeros años de práctica tras la formación inicial en las ESPE (escuelas dedicadas a la formación del profesorado), sobre la base de un posicionamiento individualizado, con el fin de garantizar el apoyo al inicio de su carrera y la integración de los nuevos profesores en un marco colectivo.
No debe permitirse que el desarrollo de la formación interfiera con el tiempo de enseñanza que corresponde a los alumnos. Si no es posible integrar el tiempo de formación en el servicio de los profesores, hay que elegir: integración en las obligaciones de servicio de los profesores o reconocimiento de la formación mediante un complemento nuevo y específico.
Debe mejorarse la legibilidad de la política de desarrollo profesional y personal. Para ello, podría crearse un portal nacional completo. Proporcionaría información útil tanto a los profesores como a quienes los supervisan y gestionan. Los cambios propuestos pretenden ser graduales y respetuosos con las dinámicas que ya existen en algunas academias; presuponen un aumento de los recursos movilizados.
Referencias
Para ir más allá
Véase el informe completo (documento pdf adjunto)