La participación activa de los ciudadanos españoles en la ciudad.

El caso de Sevilla

Alejandro Muchada et Pablo Alvero, 2012

Collection Passerelle

En España, el tema de la vivienda es el ojo del huracán de la crisis. Cinco millones de viviendas vacías, cinco millones de parados y 300.000 familias desalojadas de sus casas: estas cifras ilustran la polarización radical de la política y el territorio españoles. La modernización acelerada, la transición democrática « pacífica » y la adopción forzosa de normas europeas han marcado la historia reciente de la evolución de la sociedad española, su capacidad de gestión y su participación en su propio modelo de desarrollo. Inevitablemente, pero también inesperadamente, este modelo ha dejado de funcionar en los últimos años y ha dado lugar a un debate ciudadano sobre cómo organizar el bienestar.

La producción y gestión de la vivienda es una cuestión central en este debate, ya que ha sido el medio de especulación y la palanca del desarrollo económico, en el que todos han participado: los ciudadanos, buscando ser propietarios de sus viviendas y segundas residencias; los especuladores, utilizando la vivienda como moneda de cambio; y los políticos, permitiendo y promoviendo un desarrollo insostenible con un alto coste para el bien común.

Sevilla es una de las principales ciudades españolas y se ha convertido en un ejemplo de la situación de clamorosa necesidad social y movilización política sobre el sistema de acceso y financiación de la vivienda en propiedad, así como sobre la gestión del espacio público.

El derecho a la vivienda en Sevilla en 2012

La vivienda, y el sector de la construcción en su conjunto, ha sido la base del modelo económico vigente en España desde su integración en la Unión Europea1.

Este desarrollo económico ligado a la producción de viviendas se ha visto facilitado por diversas legislaciones, como la Ley de Arrendamientos Urbanos de 1994 (que hizo que todos los contratos de alquiler fueran temporales, mientras que antes podían ser vitalicios, lo que fomentaba la compra en lugar del alquiler), o la penalización de la ocupación de edificios introducida en el código penal en 1996. Estas medidas promueven el derecho a la propiedad en detrimento del derecho a una vivienda digna2. La Ley del Suelo de 1998 amplió de forma casi ilimitada la posibilidad de urbanizar el territorio, lo que impulsó aún más el boom inmobiliario. Esto, combinado con una mala gestión política, ha llevado a una transformación destructiva del territorio3.

Las políticas públicas han hecho la vista gorda ante la crisis de la vivienda, o incluso la han agravado. Este es el caso, por ejemplo, de la venta en bloque del suelo y del parque público de viviendas4 realizada por el gobierno regional : la Junta de Andalucía. En otros casos, incluso los organismos públicos han desplegado estrategias agresivas, actuando como «  especuladores públicos ": Este es el caso del barrio de Las Huertas (donde los inquilinos de las viviendas públicas descubrieron, para su sorpresa, que tenían que pagar el IBI), de los vecinos del barrio de Pino Montano (que fueron desalojados por la empresa pública de viviendas, EMVISESA), o para los vecinos del centro social Casa del Pumarejo (que fueron obligados a abandonar su vivienda por los servicios sociales del municipio, tras haber sido sometidos a métodos de acoso similares a las famosas asustaviejas, prácticas de acoso hacia los mayores).

De este modo, el modelo de ciudad quedó desfigurado por una planificación que era la principal fuente de financiación municipal y que se justificaba con el discurso del « desarrollo urbanístico », al que era difícil oponerse5. El nuevo modelo urbano (la ciudad de los especuladores) responde a intereses económicos más que a criterios de sostenibilidad y diversidad. Recientemente, este fenómeno se ha observado en el proyecto de construcción de la futura carretera SE-35 en Sevilla, que incide negativamente en las últimas tierras cultivadas del territorio municipal (en la vega norte, la Vega Norte) y en el futuro del Parque del Tamarguillo, que lleva apenas año y medio abierto, y que la carretera atravesaría de lado a lado. El motivo de este proyecto, que nació en plena crisis inmobiliaria, parece ser satisfacer las necesidades de movilidad de una gran multinacional del mueble.

La crisis financiera de 2008 interrumpió bruscamente esta espiral de crecimiento económico, ya que los bancos eran los principales promotores urbanísticos y especuladores del suelo. A su vez, han arrastrado a la crisis a innumerables familias que ya no pueden pagar sus hipotecas. Así, el coste económico de la crisis se ve superado por su inmenso coste social.

La especulación, y el modelo de ciudad asociado a ella, ha sido la principal causa de un progresivo «  empobrecimiento social ", que ha dado lugar a la homogeneización social y al individualismo6. La creciente pobreza y la polarización social están llevando la situación al extremo de una gran crisis social, que estallará definitivamente cuando la situación sea insostenible para las clases medias. El peligro que habrá que afrontar en esta explosión social será el ascenso del radicalismo y de la extrema derecha7. Por otro lado, las alternativas pasan por afrontar cuanto antes estos nuevos retos, como la renovación urbana, y adoptar nuevos modelos de gestión que se apoyen más en los ciudadanos organizados8.

La ciudadanía, en cambio, se ha organizado históricamente para resistir las amenazas y exigir derechos. Hasta ahora, la mayoría de estas iniciativas se han centrado en necesidades concretas en territorios específicos. Esta tendencia se debe a que el ejercicio de pensar en la ciudad como un todo es una abstracción teórica, mientras que hablar de un problema concreto es más práctico. A los ciudadanos les resulta difícil visualizar que todo está conectado, que son distintas facetas de una misma realidad9.

Iniciativas colectivas por el derecho a la ciudad en Sevilla

Los colectivos ciudadanos organizados en Sevilla se caracterizan por una gran variedad de modos organizativos y líneas de actuación : desde la presión social sobre las instituciones públicas hasta la autogestión ciudadana, pasando por la mediación en situaciones de conflicto económico, intercultural o jurídico.

En general, se trata de un activismo disperso, en el que las iniciativas para encontrar una sinergia, un hilo conductor que aglutine a los diferentes grupos de ciudadanos organizados, han resultado complejas e infructuosas. Así, de forma dispersa, los grupos de presión señalan el desfase entre sus necesidades y las esferas de decisión política que tienen que actuar sobre estas necesidades.

La historia de la creación de los distintos barrios, además de la « decapitación » de los movimientos vecinales10 al inicio de la democracia española, se construyó sobre una cierta ruptura generacional en la lucha por el derecho a la ciudad. En la actualidad, las asociaciones de vecinos están experimentando con esta línea de falla, ya que en algunos casos los participantes más jóvenes (del movimiento 15-M de los Indignados) han sentido la necesidad de crear nuevas alternativas de organización popular, diferenciándose claramente de las formas anteriores.

El funcionamiento de los colectivos

La ciudadanía organizada debe ser capaz de hacer coincidir los intereses y capacidades personales con los del grupo. En ocasiones, se ha observado una falta de visión social y política en algunos participantes, que hacen valer sus derechos individuales sin defender los derechos colectivos. Esto ha ocurrido, por ejemplo, en los experimentos de huertos urbanos de la ciudad. En general, las instalaciones que demandan los ciudadanos más activos son puestas a disposición y utilizadas por un número mucho mayor de personas que no perciben sus implicaciones y su valor social para la comunidad. Esto es aún más evidente cuando el trabajo en un barrio beneficia a toda la ciudad11.

Las posiciones y experiencias de cada uno pueden ser muy diferentes, y aunque la diversidad es un valor, a veces puede dificultar los acuerdos. Aunque haya activistas, expertos en campos específicos que presten apoyo técnico de forma desinteresada, a los colectivos o a las personas afectadas, la urgencia, la falta de medios y la indecisión pueden complicar singularmente el proceso12.

A nivel de espacio, es común observar que en un mismo entorno donde la población se moviliza para encontrar soluciones a los problemas, se crean y coexisten diferentes colectivos que comparten espacios, inquietudes, a veces incluso miembros, pero estos colectivos acentúan sus diferencias de objetivos, sin lograr diseñar una estrategia colectiva13.

Incluso en los grupos más experimentados del activismo social sevillano, a veces se producen estériles discusiones «  conceptuales  » que dificultan un consenso «  estructural ": « lo que nos une ". La solución más habitual para facilitar los debates es la creación de subdivisiones dentro de los grupos y comités de trabajo, que pueden ser más operativos pero no resuelven los conflictos de fondo.

Por otro lado, hay otros ámbitos de intervención social en los que el compromiso profesional puede ir de la mano del compromiso social. Es el caso de los empleados de los servicios sociales municipales, donde hay técnicos comprometidos ; o de las organizaciones que apoyan a grupos sociales vulnerables (fundaciones, ONG). Aun así, también existe el caso contrario, es decir, algunas personas reciben una prestación pública que no han solicitado y no toman parte activa en la resolución de su situación14.

Conclusión

En cuanto a las movilizaciones ciudadanas por el derecho a la ciudad en Sevilla, hemos destacado en primer lugar que existe una gran variedad y diversidad de iniciativas ciudadanas y de recursos relacionados con el tema de la ciudad y la vivienda. La diversidad, la experiencia adquirida y las capacidades generadas son valores definitivos. Hay efectos inevitablemente positivos y negativos de la historia y evolución de los movimientos vecinales y ciudadanos, de los aprendizajes y no aprendizajes de movilizaciones anteriores: los movimientos vecinales de los años 70 y 80, el Foro por una Sevilla Habitable, Barrios en Lucha, y el movimiento 15-M, que condicionan y limitan a las organizaciones.

Hemos observado una clara falta de coordinación y de conocimiento de las iniciativas de los demás, la incapacidad de crear plataformas estables de coordinación, comunicación, colaboración y cooperación en materia urbana, lo que debilita el conjunto y lo priva de estrategia.

En cuanto al funcionamiento interno de las organizaciones, se evalúa como deficiente en la mayoría de los casos en cuanto a las capacidades organizativas (reuniones interminables, sin objetivos ni conclusiones, discusiones no moderadas, falta de priorización, falta de visibilidad, fallos en la comunicación interna y externa, etc.).

En general, existe una falta de conciencia política colectiva (no necesariamente partidista) en algunos movimientos, incapaces de dar una respuesta clara y decisiva a las preguntas fundamentales de una organización : ¿Quiénes somos? ¿Qué queremos? ¿Cómo podemos conseguirlo?

El futuro de la ciudad y de la ciudadanía en España dependerá de la capacidad organizativa y de coordinación de los movimientos y organizaciones, de su capacidad para analizar críticamente las causas de la situación y de sus iniciativas para crear alternativas al modelo propuesto. La energía vital que representa el « Movimiento 15-M » debe canalizarse hacia un futuro posible. La crisis económica del capitalismo financiero se utiliza como excusa para limitar los derechos sociales y promover un modelo de organización que provoca insatisfacción e insostenibilidad social. La vivienda, como realidad vivida y piedra angular del castillo de naipes del fraude que se derrumba, es un símbolo, en España y en Andalucía, de las sombras y luces de su organización.

1 José Manuel Naredo, profesor y economista.

2 Abogados del Grupo 17 de Marzo en su conferencia sobre vivienda y desobediencia civil, organizada por el movimiento 15-M. Sevilla, abril de 2012.

3 Entrevista con la dirección de la Asociación por la Defensa del Territorio del Aljarafe (ADTA), abril de 2012.

4 Ventura Galera, coordinador de Arquitectura y Compromiso social, durante el congreso sobre vivienda organizado por el movimiento 15-M en Montequinto (Sevilla).

5 Entrevista con Luis Andrés Zambrana, profesor y economista de la Universidad de Sevilla, abril de 2012.

6 Entrevista con Javier Escalera, antropólogo y profesor de la Universidad Pablo de Olavide, abril de 2012.

7 Entrevista con Ibán Díaz, geógrafo y activista, abril de 2012.

8 Entrevista con Ventura Galera, arquitecto, activista y coordinador de Arquitectura y Compromiso Social (ACS), abril de 2012.

9 Entrevista con José Torres, geógrafo y profesor de la Universidad Pablo de Olavide, abril de 2012.

10 El movimiento vecinal en la España predemocrática es un caso especial en Europa de participación ciudadana activa. Allí se produjeron importantes rupturas durante el proceso de democratización «  pacífica ", creando una falta de continuidad con las siguientes generaciones : Paco Legrán, Conferencia sobre la historia del movimiento vecinal, organizada por el movimiento 15-M, febrero de 2012.

11 Como en el caso de las movilizaciones vecinales en defensa de los parques metropolitanos de Miraflores y Tamarguillo. Entrevistas sobre experiencias de huertos urbanos en Miraflores y sobre la plataforma de organizaciones del Parque Alcosa de La FEA, marzo de 2012.

12 Un ejemplo son los puntos de información sobre vivienda organizados por el Movimiento 15-M en los barrios populares. En estos barrios, suele ser necesario el asesoramiento jurídico ante un desahucio inminente.

13 El Parque de Alcosa o la Casa del Pumarejo son ejemplos de ello en Sevilla.

14 La rehabilitación completa de la zona sur (Polígono Sur) es un ejemplo. Los residentes se resisten y cuestionan el programa de mejora de sus viviendas, Entrevista con los responsables del proyecto SURCO Arquitectura, mayo de 2012.

Referencias

Para ver el PDF de número 7 de la serie Gateway